sábado, 19 de mayo de 2018

EL ESTADO FEDERAL DE LORETO, 1896, continúa





4.         Masonería, vínculos y acción política en Loreto
Uno de los aspectos más paradójicos de la masonería es la relación entre esta y la política. Los linderos masónicos establecen que los masones no deben participar como tales en ninguna forma de sectarismo político (o religioso) y que ningún masón debe introducir ninguna controversia de naturaleza política en la orden. La racionalidad de ello es que siendo la francmasonería una institución que afirma la fraternidad entre sus miembros y teniendo ésta por ideal la tolerancia, las discusiones sobre materias políticas, tienen el riesgo de afectar la armonía entre sus miembros y llevar a la ruina a la orden, como sucede en las instituciones sociales “profanas”. No obstante, en tanto quienes integran la masonería deben definirse en  primer lugar como  hombres libres,  se los alienta «como  buenos ciudadanos»  o se declara en  entera libertad a sus miembros  para afiliarse  a  las agrupaciones políticas que mejor les parezca para realizar sus “ideales de perfecta ciudadanía” (46)
En esa medida, la masonería proscribe  del  templo  y las reuniones  masónicas los debates sobre política so pena de ser sometidos a juicio masónico, prohíbe interrogar a los postulantes acerca de sus opiniones políticas, deniega la posibilidad de asumir públicamente  posiciones  políticas en  nombre de la orden y en general arrebatarse en discusiones políticas y  menos de carácter  sectario. Así por ejemplo, en 1896 la “Gran Logia del Perú”, a través de su órgano El Libre Pensamiento, prohibía toda discusión política  o  religiosa en sus  sesiones y en las de sus logias subordinadas (López, 1897: 12). Sin embargo, como lo señala Corbiere (1998: 207),  aunque se supone que en las logias  no se discute de política, se habla allí todo el tiempo de política o de religión, al punto de que muchas veces las rupturas han sido ocasionadas por diferencias políticas. Más aún, aunque no es dable que existan logias asociadas a un partido determinado, confesión religiosa o formación filosófica excluyente, lo cierto es que éstas han sido canales fundamentales para la difusión de ideas y  planteamientos políticos en diversas épocas y aún bastiones para algunos de éstos.



Algunos estudiosos de la masonería en Latinoamérica han planteado que las logias han operado en ocasiones como “verdaderos frentes pre políticos” y que ante la debilidad de las instituciones republicanas la masonería cumplió un papel importante en la intercomunicación cívica, fortaleciendo el entramado de la sociedad (Bastián, 1993: 9; Corbiere, 1998: 278) (47). Otros han examinado la hipótesis de la masonería como vía de acceso al poder y como forma de organización política de la clase dirigente y estructura organizativa de un determinado partido. (48). En el caso del Perú, la francmasonería republicana ha sido estudiada principalmente desde sus relaciones conflictivas con la Iglesia Católica y en relación a su actuación de cara a determinados temas de reforma social. Sin embargo, carecemos de un análisis cabal de su papel y sus intersecciones con las nacientes, débiles e inestables estructuras partidarias. Tampoco se cuenta con un análisis de su estructura y funcionamiento.
Una observación del franciscano Bernardino González (1887) en su Examen crítico en el terreno de la filosofía sobre el folleto intitulado Derecho Político o Liberalismo deja ver algunos aspectos relevantes de la organización  política  y la  actuación de las logias. Argumentando en contra de las propuestas' de reforma política planteadas por José María Quimper, B. González  (1887: 90-91)  sostenía que en el Perú “el poder estaba ocupado por la masonería”  y que entre “los liberales de la Cámara no más de dos o tres” no eran masones. Aunque la afirmación de González podría contener algún nivel de  exageración,  ya  que  hay  que  tomar en cuenta que en el contexto de la segunda mitad del siglo XIX el apelativo de “masón” constituía un baldón o motete empleado por la Iglesia Católica contra cualquiera que mostrara independencia de criterio o afinidad con las reformas políticas, es evidente que la afiliación masónica tenía entonces gran convocatoria en las filas de los hombres públicos, propagandistas y políticos. Basta mirar el estudio de Zanutelli (1996) acerca de la logia “Concordia Universal” para hacerse una idea de su capacidad de convocatoria  entre los políticos y hombres de guerra en la segunda mitad del siglo XIX.  Por lo demás, el primer y el segundo militarismo parecen haber dejado una herencia importante en este terreno.
En el campo de la acción política, Bernardino González (1887: 91) da cuenta de una práctica de la que se tiene noticias en otras latitudes. Al decir de este autor, en el Perú la fraternidad servía al propósito de las componendas electorales. Según éste, cada logia elegía sus candidatos de acuerdo con la orientación de sus miembros y luego concertaba con las otras a partir de la mutua comunicación de sus listas para “decretar”  los nombres de los que debían ser apoyados. De esta manera, al producirse las reuniones públicas para dar publicidad a los candidatos, los masones quedaban “obligados” a hacer acto de presencia sin mostrarse como tales y sin que el candidato se identificara como masón sino “como demócrata” para ganar así al electorado profano. A su juicio, la concertación entre las logias pertenecientes al “Gran Oriente” resultaba en que éste imponía “su ley” mientras las discusiones en el Congreso se limitaban a atender “detalles” (Gonzáles, 1887: 93)  (49).   En efecto, encontramos  trazos de la intervención de la masonería en los procesos  eleccionarios  en  un aviso de 1897 en el que la “Gran Logia del Perú” anunciaba que no se había puesto de acuerdo con ninguna agrupación política para las elecciones municipales y recomendaba abstenerse de tomar parte en la próxima votación (El Comercio, 15.5.1897).
No podemos apreciar la exactitud de las afirmaciones de B. González. Sin embargo, existen diversos indicios de que desde Lima el mecanismo adoptado por los partidos y sus caudillos servía a efectos de designar candidatos para las provincias. Nótese que la expresión “trabajar por una candidatura”, para ser designado candidato se empleaba en la época indistintamente para referirse a “hacer campaña”, en la localidad como para indicar que se había ido a Lima a buscar la candidatura por provincias. Es muy probable que en ese último contexto una carta de presentación de una logia de una provincia alejada valiera tanto como una designación. Las logias federadas a un mismo Gran Oriente pactaban eventualmente la designación de sus candidatos a cambio de ciertos favores y era a través de ellas que sus miembros podían ser anticipados de la fecha de las elecciones para asegurar la oportuna designación de los colegios electorales que favorecerían al candidato de la provincia. Los pactos beneficiaban a los partidos que de esa manera se aseguraban el copamiento del mayor número posible de curules (50). En el Congreso la misma lógica operaría respecto de la calificación de los colegios electorales. No obstante,  si esto era así, es evidente que  el sistema no siempre  funcionaba.  La  resistencia  ofrecida  por  las  provincias  de Loreto y de otros tantos departamentos a la designación de candidatos en Lima  muestra que no siempre las logias obedecían los dictados del Gran Oriente en materia electoral. Por otra parte, en el incidente de las votaciones en  Bajo Amazonas  para elegir diputado en 1895 encontramos confrontados a un masón, Clemente Alcalá afín a Piérola, con un candidato que no sabemos  si era  masón  pero que fue respaldado por el prefecto Vizcarra, masón el mismo con buenas conexiones políticas y económicas en Lima e Iquitos,  y con los más connotados  miembros  de la logia “Unión Amazónica”.



Independientemente de que el mecanismo de la masonería para influir en las elecciones y el Congreso estuviera bien establecido y fuera consistentemente efectivo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX los vínculos masónicos entre Lima y las provincias se constituyeron en vehículo de articulación con personajes y grupos de influencia en la escena política de Lima con el propósito de  ganar  influencia  ante  el  poder  central.  Ya  he  llamado  la atención sobre  el hecho de que entre los marinos, militares y empleados de Hacienda que llegaron a Loreto para el apostadero y la Comisión Hidrográfica en la décadas de 1860 y 1870 había varios iniciados o afiliados a logias de la capital, las cuales hicieron extensivas sus vinculaciones a la logia “Unión Amazónica”; éstas no se diluyeron con el tiempo. Antes  bien, a  medida que algunos de éstas se asentaron  en Loreto (E. Espinar, T. Smith, B. Dublé, B. Coronel, E. Raygada, R. Suárez, G. Donayre, C. Alcalá, A. Rivera, P. Márquez, O. Melena, A. Guichard, etc.), vinculados a la administración y el comercio, y que los escenarios locales se fueron ampliando con la expansión del comercio gomero, conservaron sus relaciones y las hicieron extensivas a los comerciantes locales por vía de la masonería. A través de estos vínculos fluyó hacia Loreto información relativa a la orden, pero también a través de ellos los miembros de la “Unión Amazónica” tuvieron acceso a normatividad legal “profana” y noticias de acontecimientos además de canalizar sus intereses locales hacia la prensa de Lima y otras provincias.




NOTAS A PIE DE PÁGINA

46. “La masonería frente a la política y la religión” en Fraternidad (1994: 92-94. 105).

47. En los países hispano-americanos el caso más evidente es el de la independencia, como lo fue también en Norteamérica y más tarde en los casos de Filipinas y Cuba, a fines del siglo XIX.
48. Con relación a la Argentina, González Bernaldo de  Quiroz (1993: 280) encuentra que la estrategia de acceso al poder  vía la masonería  era  particularmente efectiva en  el caso  de los comerciantes  pero que la estrategia “concierne casi exclusivamente a la misma elite socio-cultural”. Al analizar la masonería como pre partido político y estructura organizativa del partido liberal encuentra, sin embargo, que en la votación partidaria por candidatos masones pesaba a menudo por igual el voto masón que el no masón, aunque reconoce que en la designación de candidatos ésta “pudo haber servido de estructura organizativa para la actividad política y que ocasionalmente los candidatos eran publicitados como alternativas “a los jesuitas” (González Bernaldo de Quiroz, 1993: 283). Son particularmente ilustrativos los artículos reunidos por Ferrer Benemelli (1993) y Bastian (1993).
49. Gonzáles mismo anota  que similar  práctica  estaba en uso en  Francia  donde por  reglamento  masónico en las elecciones la logia debía proponer el candidato masón para que obligatoriamente fuera “propuesto á los hermanos de la Obediencia”. Otros artículos de este reglamento establecían que los masones debían jurar emplear su influencia para asegurar el triunfo del candidato de la logia y Gran Oriente, que el candidato debía tomar profesión de fe en la logia, lo que debía quedar registrado en actas. Este reglamento habría sido adoptado por todos los países. Según González Bernaldo de Quiroz; (1993: 283) en Argentina la masonería intervenía rara vez en las campañas electorales para asegurar el voto a favor de un masón. Pero la autora aclara que la masonería era una primera instancia “secreta” para acordar la designación de los candidatos    que ésta resultaba particularmente efectiva cuando se trataba de votaciones indirectas. Esta práctica fue denunciada en ocasión de definiciones en las que se trataba de limitar la influencia social, cultural y política de la Iglesia Católica.
50. Nuria Sala i Vila me hizo notar la lógica de los pactos de los partidos con las provincias en el último tercio del siglo XIX aunque sin referirse a la masonería (comunicación personal, agosto 2004; ver también Sala i Vila, 2001). Para poder probar, como aquí sugiero, la superposición de estos pactos con los gestionados por la masonería sería necesario realizar una revisión sistemática de la participación de los masones en las votaciones en el Congreso, lo que está más allá de los alcances de este estudio.

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