Artículo que nos hace llegar Alberto Chirif, viejo amigo de la Amazonia y amazónicos, además de reputado antropólogo.
Emociona saber que lo que uno hace les sirve a ellos
Emociona saber que lo que uno hace les sirve a ellos
Alberto Chirif
De mutuo acuerdo, entrevistado y
entrevistador rinden sincero homenaje a la memoria de José (Pepe) López Parodi
quien, como se desprende de la lectura de la presente entrevista, jugó un papel
central en la declaración de la reserva matsés, convertida, años más tarde, en
un título de propiedad a nombre del pueblo Matsés.
Para
explicar el tema
Como muchos pueblos indígenas, los Matsés,
del tronco lingüístico Pano, han pasado por trágicas experiencias que en este
caso están muy cercanas en el tiempo, pero muy lejanas en la memoria o, lo que
es peor, han sido objeto de recuerdos fraguados que los presentan como bárbaros
merecedores del asalto de la civilización descerrajada a quemarropa sobre
ellos. En apenas media década, los Matsés transitaron de la situación de
aislamiento voluntario (nunca mejor aplicada la definición para ellos que
habían pasado su vida huyendo de caucheros y otros rapaces) a ser bombardeados
por la aviación peruana, que actuó en defensa de madereros que intentaron
robarles el bosque, y luego evangelizados por el Instituto Lingüístico de
Verano (ILV), que obtuvo un éxito inusitado al convertirlos a la nueva religión.
A inicios de la década de 1970, Steven
Romanoff, antropólogo estadounidense, llegó a Iquitos con la idea de realizar
estudios entre los Matsés. En su búsqueda de contactos que le facilitaran la
entrada a la cuenca del Yavarí-Yaquerana donde ellos se asientan, conoció al
Dr. José López Parodi que por entonces era jefe de la Zona VIII del Ministerio
de Agricultura, con sede en Iquitos. Luego de realizar su trabajo de campo, la
amistad entre ellos se consolidó, como Romanoff lo pone en evidencia en este
texto, pero además López Parodi, Pepe,
agrónomo de profesión y con estudios en ecología, comenzó su iniciación en el
campo de la antropología amazónica. Desde entonces se convirtió en admirador de
los conocimientos desarrollados por los pueblos indígenas de la región para desarrollar
estrategias de adaptación y buen manejo del medioambiente.
El año 1973, el antropólogo peruano
Stefano Varese, que por entonces dirigía una dependencia pública recién creada
para tratar asuntos relacionados con los indígenas amazónicos, realizó un viaje
a la zona del Yaquerana para visitar a los Matsés. De regreso, conversó con
López Parodi sobre la necesidad de proteger su territorio. De la coordinación
entre ellos surgió la idea de crear una reserva que fue declarada, en noviembre
de 1973, con una superficie de 344 687 ha, ubicada entre los ríos Yaquerana y
Gálvez. Fue un caso único, sin precedentes en la historia de la Amazonía
peruana. Hasta entonces, solo existía una norma de 1957 que permitía reservar
10 ha de tierras por cada persona mayor de 5 años que viviese en un caserío
indígena. La lógica seguida en la reserva Matsés fue completamente distinta y
se basó en las necesidades territoriales de todo un pueblo.
No obstante, la situación de la reserva
era frágil porque no existía una ley que avalase esta figura. Se necesitaban
argumentos sólidos para fundamentar su declaración. Romanoff y López Parodi se
plantearon en ese tiempo la pregunta sobre qué hacer para proteger el derecho
de los Matses en un momento en el cual, si bien se conocía de la preparación de
una ley que reconocería los derechos de los indígenas amazónicos, esta aún no
había sido aprobada. López Parodi le pidió entonces al antropólogo preparar un
informe sobre el aprovechamiento de los Matsés de su territorio. El documento
de Romanoff estuvo listo en 1974 y de esta manera él pudo así contar con
mejores elementos para fundamentar la reserva. Dos años más tarde, el informe
fue publicado por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica
(CAAAP), en el primer número de su revista Amazonía
Peruana (1976: 96-130).
Años más tarde, con buen criterio, la
ONG Centro de Desarrollo del Indígena Amazónico (Cedia) tramitó la conversión
de la reserva en título de propiedad, al amparo de la Ley de Comunidades
Nativas (DL 22175). E hizo más, ya que logró que el área titulada se
incrementase hasta 452 735 ha. Posteriormente, la ONG tramitó la creación de
una reserva comunal, una categoría de área natural protegida de administración
colegiada entre el Estado y los interesados. La idea no prosperó y el Estado
declaró en cambio una reserva nacional de 420 635 ha, en la que él se reserva
en exclusiva el derecho de gestión. Esta decisión genero molestia entre los
Matsés. Pero esta ya es otra historia.
José López Parodi murió el año 2000. Hasta
su muerte se desempeñó como director del Programa de Desarrollo y Conservación Pacaya
Samiria (PPS), financiado por la World Wildlife Foundation de Dinamarca y el
movimiento obrero de ese país. Me tocó a mí asumir el relevo hasta el cierre
del Programa, en junio de 2003. Durante los 10 años que ocupó el cargo, Pepe puso
énfasis en el manejo de ambientes y recursos, y en el diálogo con
organizaciones indígenas en torno al aprovechamiento sostenible de la
naturaleza. Sus propuestas le generaron problemas con instituciones dedicadas a
la conservación a ultranza y con el Estado y su estilo autoritario. No obstante
las dificultades que enfrentó, abrió un camino importante para conservar
aprovechando y sembró la semilla para el nacimiento posterior de comités de
manejo de aguaje y de peces.
Su diálogo con la población de las
comunidades dio frutos y afianzó un proceso de recuperación de identidad entre
los kukamas que constituyen la mayor parte de la población de las comunidades
del Pacaya y Samiria, y del curso medio y bajo de los ríos Marañón y Ucayali.
En este diálogo surgió la idea de iniciar la educación intercultural bilingüe
en las escuelas comunales, tarea que fue impulsada mediante un convenio entre
el PPS y el Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana
(Formabiap), gestionado en acuerdo entre el Instituto Superior Pedagógico
Publico Loreto y la confederación indígena Aidesep.
Steven Romanoff trabajó algunos años más
en el Perú, pero ya no con los Matsés. Luego volvió a su país de origen y
trabajó en distintos países. Volvió al territorio de los Matsés en 2003 y junto
con la gente elaboró un libro que fue publicado por el CAAAP, La vida tradicional de los Matsés. Ahora
tiene el proyecto de hacer un libro sobre la situación actual de este pueblo
indígena, en colaboración con la propia gente del pueblo. Él cuenta sobre esto
en esta conversación.
Stefano Varese, autor de La Sal de los Cerros, libro pionero en
la antropología peruana, ejerció la docencia en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos hasta 1975, cuando viajó a México para trabajar como investigador
en el Instituto Nacional de Antropología e Historia y director del Culturas
Populares e Indígenas (sedes Veracruz y Oaxaca). Es además profesor emérito de
la Universidad de California, Davis, donde radica actualmente.
Cuenta
Steven Romanoff
Comencé mi carrera antropológica
haciendo trabajos de campo con un grupo indígena en el interior de Canadá que
era de la familia lingüística Salish. Fui para estar con ellos e investigar su
uso y preservación del salmón en un momento en que era importante documentar
sus derechos tradicionales a ese recurso natural. Esta fue una experiencia
formativa para mí. Era más o menos la misma región donde había trabajado Julian
Steward, que por entonces era el padre
de todos los antropólogos ecologistas. Después Steward trabajó
haciendo el compendio que se llama Handbook of South American Indians.
Mis ojos se llenaron de estrellas y dije este
es un modelo para seguir. Estudiar indígenas de Norte América, pero también
indígenas de la América del Sur. Comencé a plantearme problemas y cosas
interesantes.
Entré en la escuela de Columbia, en
Nueva York, y ahí me especialicé en etnografía de América del Sur,
especialmente de la cuenca amazónica. Entonces estuve buscando razones para
trabajar. Pasé primero a Colombia, donde tuve una reunión con Gerardo Reichel-Dolmatoff.
Después de muchos pros y contras, él me sugirió un área de estudio. De ahí pase
aquí, a Perú, donde conocí a Stefano Varese y a ti en tu oficina en Sinamos[1] y
propuse mi problema. Mi problema era algo semipolítico. ¿Cómo es que los
Asháninka tuvieron éxito en formar grupos grandes para enfrentar a los
españoles? Era una cuestión semipolítica; y también, qué hicieron para sostenerse
a sí mismos, es decir, cómo manejaron la cuestión ecológica, qué comieron
cuando estuvieron reunidos [en comunidades]. Stefano me dijo que eso era un asunto
sumamente interesante, pero que ya había gente estudiándolo [con los Asháninka].
Fueron ustedes quienes me dijeron, bueno, hay un nuevo pueblo que son los Mayoruna
(Matsés)[2]. No
existe allí una problemática política tan interesante como en el caso de los
Asháninka, pero de todos modos hay mucho para estudiar. Entonces fue por
sugerencia del Gobierno del Perú, específicamente de ustedes, señores del Sinamos,
que yo comencé a interesarme en el grupo de los Mayorunas, como lo llamaban en
ese entonces.
Luego ellos cambiaron su nombre por Matsés
que quiere decir “gente” en su lengua. Para ellos es como decir “somos gente
nosotros” y quizás algunos otros grupos que son semejantes a nosotros. Ellos
dicen “chotác” a los peruanos…chotác, los que no son semejantes a los indígenas.
Había otros grupos de la familia lingüística Pano. Ellos también eran Matsés de
un tipo (matses utsi). Había también “mayu,” que quiere decir indígenas que no
son Matsés (y también había una tribu “mayu”).
Ahora “Matsés” se ha convertido en el diálogo
nacional en una palabra que solo los designa a ellos. Creo que yo sugerí el
término por primera vez en el artículo de Amazonía
Peruana [antes citado], porque los lingüistas [del ILV] no utilizaron la
palabra Matsés. El Gobierno sí la utilizó. Yo sugerí que en vez de llamarlos
Mayorunas, que es un término que ellos desconocieron en ese tiempo, los llamasen
Matsés. El término “Mayoruna” es de origen quechua y quiere decir “gente del
río”. Además, para ellos “mayú” en su lengua es otra tribu. Entonces no vamos a
decirles a ellos “ustedes son de otra tribu”. No, eso no tiene sentido. Entonces
sugerí, espero que correctamente, que iba a llamarlos Matsés, y sugerí que
otros también lo hicieran. Aquí en el Perú sí lo hacen. En el Brasil todavía
utilizan el término Mayoruna.
Los Matís son otros, pero relacionados con
los Matsés. El experto en todo esto y que hizo investigaciones es David Fleck[3].
Él tiene un conocimiento profundo. Nunca fui gran conocedor de la lengua matsés.
La hablé más o menos, apenas lo suficiente para hacer mis investigaciones con
mucho trabajo y con mucha ayuda y la paciencia de los mismos Matsés. Pero Fleck
sí la habla bien. Él vive allá, y ha investigado a los Marubos, a los Matís y a
los mismos Mayú. A estos se los ha exterminado, pero hay algunas mujeres
raptadas entre los Matsés.
Los
Matsés como nueva identidad
Los Matsés son producto de la fusión de
identidades diferentes. Como es sabido, la Amazonía peruana ha sido una zona de
conflicto y violencia desde antes de 1900 hasta la caída de los precios de la shiringa [Hevea brasiliensis] y el caucho, y aún después cuando había auge de
algún producto. Siempre ha habido como un resurgimiento de la violencia en la
Amazonía. En la zona al sur del río Amazonas y al este del río Ucayali había
varios grupos que los de afuera llamaron “Mayoruna.” Entre ellos los
antepasados de los Matsés. Demográficamente era una población pequeña, había algunas
malocas. Ellos, como era común en la Amazonia, raptaban a gente en guerras con
otros grupos y el ritmo de la guerra aumentó debido a la desorganización social
consecuencia del auge de las industrias extractivas. Raptaron a las mujeres, y
a veces a varones jóvenes también, pero mayormente a las mujeres. Entonces, por
este proceso violento que era consecuencia directa de las depredaciones
relacionadas con la extracción de recursos de la zona, comenzaron a juntar a las
mujeres de otros grupos. Después los peruanos, los chotác, comenzaron a atacar
a los Matsés, raptando a mujeres e hijos y matando a los adultos, y los Matsés
aprendieron de esto y también atacaron a los chotác para raptar a mujeres. En
1974 los Matsés eran un grupo de composición demográfica diversa pero que, por
un proceso de etnogénesis, había creado una cultura homogénea, linda, adaptada
a su medio. Claro que habían perdido algunas cosas en el proceso de
despoblación y crecimiento de nuevo. Pero el milagro es la cantidad de asuntos
culturales que guardaron para hacer una cultura linda.
En su parte central esta nueva identidad
se crea sobre los mismos Matsés, pero ellos adoptaron elementos de otros grupos.
Por ejemplo, antes de 1900 los Matsés cazaban animales con cerbatana. Ellos
visitaron y vivieron cerca del río Amazonas y tuvieron contacto con yaguas e
indígenas al sur del río. Al igual que ellos usaron la cerbatana como herramienta
para cazar animales. En una generación, en el término de algunos años, ellos dejaron
de utilizar cerbatanas y comenzaron a usar arcos y flechas para cazar animales
y también como arma de guerra. Ellos desarrollaron la capacidad de flechar a un
mono en el dosel del bosque y después subir para recoger el animal herido con
flecha. No dejaban sufrir al animal herido con flecha, lo mataban. Dominaron el
uso de esta herramienta. Cuando llegué, yo pensaba ¡ah!, una cultura milenaria de la Amazonía que ha estado usando arco y
flecha durante siglos. No, no, no, no. Lo que ellos tienen es la capacidad
de generar una nueva cultura. No es que 90% de la gente utilizó ese arco y
flecha, sino 100%, y eso para mí es algo admirable, cómo ellos conformaron algo
nuevo homogéneo.
Muy posible que este cambio tenga que
ver con el proceso de violencia para defenderse de los caucheros, porque la
cerbatana no es un arma de guerra sino solamente de caza. Cuando entraron otras
tribus para atacar a los Matsés y cuando entraron soldados, ellos se
defendieron con arco y flecha por primera vez y vieron que era muy eficiente
para defenderse e incluso para atacar.
La adopción del arco y flecha es un solo
ejemplo. En sus adornos, su lenguaje, su modo de vestir y mucho más, la
población Matsés demuestra una capacidad de formar una cultura uniforme y
adaptada a sus necesidades, un proceso de etnogénesis.
Natalidad
y mortalidad
Cuando llegué con el seso lleno de
teorías pensaba, es muy importante que
los grupos indígenas controlen su natalidad porque deben vivir en armonía con
los animales. Por eso es mejor para ellos que mantengan su población pequeña.
No era así. Esto puede ser para un ambiente de vida en paz, pero en un ambiente
social en que había gente que quería matar a todo un pueblo, o matar a los
hombres y raptar a las mujeres, o destruir una maloca entera de vez en cuando,
su problema principal no era vivir en armonía con los recursos faunísticos.
Esto era importante, sí, pero era un problema secundario. Su problema principal
era defenderse contra los que querían matarlos.
Entonces hice un censo de los Matsés y
entrevisté a las mujeres. Hay métodos para estimar el nivel de mortalidad, con
datos semi-confiables. Esto lo aprendí en un curso intensivo en la Universidad
de Princeton. Claro que la Universidad los utilizó para poblaciones grandes,
pero yo los adapté para poblaciones pequeñas. Usando esos métodos llegué a la
conclusión de que los Matsés tuvieron un nivel de mortalidad que resulta en una
expectativa de vida de 50 años al nacer, y mucho más si se excluye los muertos
peri-natales. Este nivel era mejor que el de los campesinos peruanos, mejor que
la India en ese entonces, mejor que China en ese entonces. Era un nivel de
mortalidad más bajo de lo esperado. Ahora, esto no incluye los casos en los que
invasores mataron a toda una maloca, porque se basa en estructuras de la
población por edad e historias de fertilidad. Entonces pude decir que antes del
contacto, los Matsés tuvieron un nivel de mortalidad normal bastante bueno, un
nivel de fertilidad bastante bueno, alto. Cuando volví a la universidad empecé
a hacer mi investigación y, ¡qué sorpresa!, los grupos amazónicos que habían
sobrevivido en Brasil, en el Perú y en otros países tuvieron fertilidad muy
alta porque era el mismo problema para todos. No era vivir con los monos, era
vivir con los caucheros lo que era el problema número uno.
Compensaron las muertes causadas por la
violencia de ataques externos de dos maneras: la “importación” [secuestro] de
mujeres y el nivel de vida bastante bueno.
Al este del Ucayali hubo varios grupos que
desaparecieron matados por los caucheros o los grupos aliados con ellos. Los
caucheros entraron en esa zona de la selva. No era por la Hevea brasiliensis, que requiere del asentamiento de la población, lo
que no dio buen resultado en el Yavarí por falta de árboles de esta especie. Era
por el caucho que se corta para sangrarlo. En Requena todavía se cuentan
historias de los caucheros. Ellos exploraron una zona enorme entre el Perú y
Brasil.
En mi tesis escribí sobre el tema del
infanticidio. Lo que encontré eran dos cuestiones. Una es que era un pueblo que
ha vivido corriendo de los caucheros. Ellos nunca sabían si iban a tener que
dejar su maloca para establecer en otra a 50 km de distancia, y todo de un
momento a otro. Una mujer con dos bebés seguidos, con mínima diferencia de edad
entre ellos, es inevitable que uno vaya a morir. Está condenado. Ella no va a
poder correr por la selva. Tienes que imaginar lo qué es correr por la selva.
Ellos, por ejemplo, cortan un árbol delgado para cruzar una quebrada y se van
cargando maíz o yuca... parabam, parabam, parabam... La atraviesan por el árbol... padam, padam, padam, con el niño aquí en su banda,
cargando además entre 20 a 25 kilos. La mujer tiene que cruzar el tronco, un
tronco delgado que no es estable, caminando y cargando esas cosas. Olvídalo.
Con dos hijos, se va a caer. Era una vida difícil.
El infanticidio fue una decisión
razonada y pública. No era algo escondido. Ellos lo discutieron. La mujer decía
“voy a tener este hijo si es un varón, y si no está mal formado me lo voy a
quedar; y si es una mujer, ya tengo otra mujer y la voy a dejar allá, pero si
tú, mi hermano, quieres una mujer para tu hijo que quizá tiene tres años, voy a
venir y lo vamos a cuidar juntos. Tienes que ayudar con la sobrecarga de
trabajo, y cuando crezcan se van a casar”. Había toda una discusión dentro de
la maloca. No era algo improvisado ni de vergüenza. Eran las necesidades de la
vida para ellos. Una cosa dura.
También atacaron las malocas para raptar
mujeres. Su vida era dura. Yo he vivido una vida dulce. Siempre he tenido
comida, he vivido en una zona donde la gente gana plata y nadie me ha atacado
seriamente, entonces para mí… “¡Oh, qué horror que están atacando otra
maloca!”. Critiqué sus historias, pero después tuve que decir que este ambiente
era un ambiente creado por las industrias extractivistas, era una zona
sumamente violenta. Yo no los juzgo.
Tanto el infanticidio como la necesidad
de reproducirse, como la necesidad de incrementar su población era un tema
razonado, discutido, era parte de una estrategia grupal. Hasta 1974 por
“grupal” hay que entender un grupo de malocas relacionadas, no una “comunidad”
como hoy se la concibe. Hay que tener en cuenta que los Matsés se relacionan
entre todos. Mediante el empleo de términos de parentesco todos se vinculan. No
solamente los de una maloca, sino todos los Matsés. Eso era en ese entonces.
Ahora se está perdiendo esta costumbre. Y tomaron decisiones para reunirse en
grupo de malocas, para hacer ceremonias, para regular el uso de los recursos de
la fauna, para hacer la guerra o la paz con otro grupo de indígenas.
De todas maneras, en este medio difícil
los Matsés cuidaron a los niños bien. Aseguraron que se bañaran todos los días,
siempre compartieron la comida entre las familias, los cuidaron cuando se enfermaban,
no les pegaban, y establecieron su posición en la familia y la comunidad. Los Matsés
tradicionalmente usan un sistema de parentesco que fija la posición de cada
niño con relación a todos los demás, asegurando sus derechos y deberes en un
sistema que mantiene a cada uno. Es cierto que los niños trabajaron según su
capacidad, pero no hicieron trabajo pesado, y tuvieron tiempo para jugar.
La
reserva
Llegué a Iquitos para conocer a los
Matsés en 1974. Exploré sobre cómo llegar a su zona. No sabía cómo hacerlo. Encontré
a “Alas de Esperanza” que era un servicio de aviación de los católicos que
tenían avionetas para llegar a lugares apartados. Un hermano de los
franciscanos que vivían en Punchana, me dijo que no había problema. Me contó
que había una señora llamada Lida que los Matsés habían raptado y que ella había
decidido volver a vivir con los Matsés. Él creía que los hijos de Lida hablaron
castellano. Me dijo que los Matsés iban a hacer una chacra para ellos porque querían
también aliarse con los católicos. Resulto que no la hicieron, ni establecieron
relación con los católicos. En ese tiempo no hablaban castellano. Ahora sí lo
hablan. Hablé recientemente con uno de los hijos de la señora. Pero me
permitieron alquiler el avión y me dejaron al canto del río Yavarí-Yaquerana,
donde los hijos de Lida me encontraron.
Mientras tanto, estuve tratando de
entender la situación del gobierno y tuve contacto con Pepe López Parodi. Para
mí entonces el cielo se abrió, porque él era una persona con una visión sobre
la Amazonía, que le daba mucha importancia a la región, que tenía calor humano,
que me aceptó como persona, que no me causó problemas, sino que más bien me
ayudó bastante, me orientó en la vida de lo que era Iquitos. También era
consciente de los problemas que habían enfrentado los indígenas en el pasado
con el caucho, y en ese momento con el petróleo, porque los petroleros
estuvieron explorando por la zona de los Matsés. No hicieron perforaciones,
pero sí hicieron exploración. Hablé con él largo y nos hicimos amigos. La idea
de hacer la reserva fue de él[4], y
le entendí bien por mis estudios en Canadá y la historia en los Estados Unidos que
demuestra la importancia de la tierra. La diferencia entre Canadá y los Estados
Unidos... ambos tuvieron problemas graves, ambos trataron mal a los indígenas,
pero mi país trató peor a los indígenas porque no les dejó su tierra natal. Aun
cuando los indígenas se adaptaran a la cultura nacional, las autoridades insistieron
que tenían que irse a otra zona y les quitaron sus tierras. Fue algo brutal.
El grupo de indígenas en British Columbia,
donde yo hice mi primer estudio, tuvo sus reservas en las zonas donde ellos
habían vivido antes de 1870, cuando llegaron los primeros colonos para abrir
esa parte central de British Columbia, en Canadá. El gobierno hizo reservas
para los indígenas donde vivían. En ese tiempo todavía estaban buscando el
salmón, usando redes como las habían usado antes del primer contacto. Entonces
vi que los canadienses no trataban muy bien a los indígenas, pero lo hacían cien
veces mejor de lo que ha pasado con los indígenas en los Estados Unidos. Esto se
grabó en mi mente: que la tierra era el número uno.
Hablé con Pepe y el también ya lo sabía.
Pero él no sabía si una reserva iba a cambiar la situación porque no había
seguridad para los indígenas. Entonces yo me había dado cuenta que en ese
tiempo Sinamos estaba dando a los grupos indígenas de la selva alta, y a los
grupos de la sierra, tierras de más o menos de 50 ha por persona[5]. Esto
es mínimo para una familia en la Amazonía. Es más o menos bueno para un grupo
que practique agricultura bastante intensiva para consumo y para venta en un
ambiente que permite una producción intensiva, pero no para una zona de suelos
débiles tropicales y sin tradición de producción. Tampoco esa medida iba a
detener a los colonos. Ese era el gran temor de Pepe López. Rápidamente era
parte de lo que yo entendí.
Cuando terminé mi trabajo en el campo me
comprometí con los mismos Matsés. Cuando me fui, ellos me dijeron: Esteban, tú escribes mucho. Escribe que
somos buenos. Eso es lo que el jefe matsés me dijo. Les dije que sí, que
iba a escribir. También sentí responsabilidad ante Pepe y también ante el mundo
académico del Perú, que con ciertas reservas ante un norteamericano, me dejó
trabajar y me invitó a dar charlas en Iquitos y en la Universidad Católica en
Lima. En ese tiempo encontré varias personas que fueron y que son amigos
después. Me quede en el Perú sintiendo la responsabilidad de publicar sobre los
Matsés, especialmente sobre sus necesidades de tierras, no de territorio
pequeño, sino de territorio amplio. Había entendido, en términos generales,
muchas cosas que ahora se sabe con precisión por el trabajo de David Fleck.
Este es consistente con el mío, pero él tiene mucho más información ahora que confirma
que sí necesitan un territorio tremendamente grande. Entonces escribí esto y me
fui pensando que Pepe…, que las fuerzas de la buena voluntad harán lo que
puedan. Y bueno, ahí lo dejé. Y bueno, establecer y mantener la reserva fue la
secuencia del Sinamos, de la oficina del Ministerio de Agricultura en Loreto,
de la Corporación Departamental de Desarrollo de Loreto (Cordeloreto), de los
viajes por la zona, de ver la colonización, y de hablar con los mismos Matsés.
Pero yo no supe hasta ayer[6], cuando
me lo contaste, que Pepe había utilizado mi informe para defender a la reserva.
Me da mucho orgullo saber que mi informe sirvió para ese fin. Luego yo me fui,
regresé a mi país y el resto ha sido trabajo de Pepe. Muchos años después supe
que él había enfermado y luego muerto. Me siento mal de no haber hecho esfuerzos
para venir y verlo.
Pensé que el informe que hice para Pepe,
que dejé en manuscrito, era trabajo perdido porque nadie me escribió, nadie me
dijo espera, acláranos una cosa. Siempre
en mi corazón había un vacío. En realidad, tú con tus palabras tan gentiles… Es
la verdad, y ha llenado un vacío que yo sentía. Pensaba que la única cosa buena
que había hecho con los Matsés era ese libro participativo de 2003 y el libro
participativo que estoy haciendo ahora de nuevo con ellos.
*****
Intervengo:
Si Pepe no te escribió es porque él no solía
escribir. Todo lo que él sabía no era capaz de escribirlo. Exponía muy bien,
muy claro, pero no escribía. Las noticias que tengo es por mi amistad con Pepe.
Le pregunté: “¿Cómo es que se aprobó la reserva?”. La primera referencia que él
me dio fue la tuya, de tu trabajo: “Esto salió del informe en el que Romanoff
planteó las necesidades territoriales de un grupo recolector-cazador que se movía
en grandes espacios. Debe tener un territorio grande”. Entendí que coordinaron
para que tú hicieras el informe explicando las características de los Matsés y
sus necesidades territoriales, teniendo en cuenta cuál era el área de
distribución de sus asentamientos que en ese momento no eran tantos como los
actuales. Sobre esa base, se reafirmó la creación de la reserva que estaba
creada y se firmó esa resolución maravillosa, porque en ese momento no había
una legislación específica sobre pueblos indígenas, comunidades nativas, ni nada.
Esa reserva se aprobó en 1973, un año antes que se diera la ley de comunidades
nativas. Pepe siempre me habló de la importancia que había tenía tu trabajo
para consolidarla.
*****
Sí, Pepe fue un gran hombre. Él me ayudó
bastante, también en lo personal. Por ejemplo, regresé temblando del Yaquerana,
con fiebre. Pensé que era malaria. Me hicieron pruebas y me dijeron no, no tienes
malaria. Pero cada noche comenzaba a temblar. Era algo muy feo. Entonces Pepe
me prestó una casa de campo lindísima que tenía, con techo de palma. Me la prestó,
aseguró que yo tuviera comida y que alguien fuera para verme mientras me
sanaba. Ese era el tipo de hombre que era Pepe, muy, muy amable.
Después de mi informe ya no tuve
comunicación con Pepe para saber si se habían realizados gestiones para consolidar
la reserva, hasta que un día me enteré que esta había sido declarada
oficialmente.
Escribí el artículo para Amazonía Peruana en el que se muestra la
zona entre el río Gálvez y el Yaquerana. Hay un círculo que señala la zona
utilizada intensivamente por los Matsés en ese tiempo. Desde entonces han
comenzado a utilizar más la parte baja del río Gálvez, del Chobayacu y del
Yaquerana mismo. El informe demostró que la zona de altura que habían habitado
había sido utilizada por ellos en gran parte. Ellos luego se fueron un poco más
al sur, y en base de esto los del Cedia incrementaron la superficie de la
reserva. Yo ya no tuve nada que ver con eso.
La
coherencia de la sociedad matses tradicional
Los asentamientos en ese tiempo eran mediante
malocas. Las malocas grandes tenían dos o tres familias. En las que yo conocí
había tres familias extensas: un hombre con varias mujeres y sus hijos e hijas antes
de casarse, y algunas que ya se habían casado, su yerno con su hermano y sus
hijos semiadultos, y otro hermano de ese hombre con su familia. Si no me
equivoco llegué a contar hasta 103 personas viviendo en una sola maloca. Todo bien
organizado, cada familia nuclear, a veces con dos mujeres, tuvo su habitación separada
hecha de palmera de pona tejida. Adentro de cada lugar había orden en la
distribución de las hamacas. Fue un ambiente sumamente ordenado. En el centro de
la maloca había el piso para el baile, para las ceremonias, y dos bancos para
sentarse. Ahí llegaban los hombres en la noche y se sentaban, comían y después
mandaban comida para sus familias.
En ese tiempo la mayoría de los fuegos y
las cocinas estaban adentro de las malocas, y preparar y consumir la comida era
un acto social, no privado. Había una red de distribución de la carne cazada y
de la comida vegetal también. Había reglas que uno no puede imaginar. Por
ejemplo, el hombre que mataba un mono no podía comerlo porque se consideraba
que perdería su capacidad de cazar. Entonces debía regalarlo a su hermano. El
hermano lo llevaba a su mujer para que lo descuartizase. La cabeza era para los
jóvenes que vivían en una zona especial, los brazos para los hombres que estaban
en los bancos… un brazo para este, otro brazo para este otro. Las costillas
también. Las piernas, una parte para esta familia, otra pierna para esta otra.
El hígado no lo podían comer los hombres ni las mujeres jóvenes; era para las
viejitas, porque hace perezosa a las personas que lo comen. Era el sistema de
seguro social de los Matsés. El rabo para las viejitas también. Y así con un
solo mono hicieron una distribución por gramo y casa según las reglas. Había un
sinnúmero de reglas de este tipo. Si uno cazaba sajino y anguila eléctrica, si comía
anguila eléctrica no podía comer sajino. Entonces el hombre decía: Hoy mi familia va a comer anguila, hay mucha
anguila sabrosa para comer. Entonces el sajino que he matado, lo regalamos a
otras familias que no va a comer anguila. Todo el sistema de distribución era
bien cultivado.
La autoridad de la maloca eran los
viejos en general, pero siempre había un líder que era el hombre central de las
familias. Entonces en esa maloca estaban sus hijos y sus familias, sus yernos y
sus familias, el hermano del yerno, y así todos con vínculos con ese hombre.
Eso se ha destruido en gran parte. Ahora, la autoridad de los viejos es algo
que me da mucha tristeza porque se ha ido perdiendo.
Era una autoridad moral, cuya presencia
reforzaba las prácticas. Te doy un ejemplo. Si se enfermaba un niño, la madre
intentaba curarlo con hierbas. Su esposo iba a la selva y traía hierbas. El
bebe no se mejoraba. Él se iba a su padre o al pariente mayor, y él iba y buscaba
hojas. Si aun así esto no ayudaba, entonces quizá el mismo joven iba al jefe de
la casa y le contaba el problema. Este le dice, está bien, vamos a caminar, y
juntos con varios hijos se van a buscar hierbas, las hojas que ayudaran al bebe
de esa persona. Esto reforzaba la autoridad del viejo por su conocimiento.
El hombre mayor dirigía el trabajo y decía
qué iban a hacer al día siguiente. Mañana
ustedes van a cazar animales, ustedes tres, cuatro, cinco o seis, o toda la
maloca. Yo les voy a dar la energía. Ese
proceso de dar energía y sabiduría era reforzado por la autoridad de los viejos.
Ahora esto se está destruyendo
Era una autoridad moral, no una
autoridad que se beneficiaba de los demás para sí mismo individualmente. Era
una autoridad que se construía a lo largo de la vida, porque representaba el
ideal de hombre. Si esa autoridad tenía orgullo de su cargo, entonces iba a
tener seguridad alimentaria para toda su familia, porque siempre la gente le va
a dar comida y él iba a redistribuirla a los demás. Él tendrá muchos hijos
exitosos. Todo eso va tener. Pero no era autoridad para ganar dinero. Eso ahora
se ha distorsionado porque los Matsés ahora sí manejan dinero. Las mujeres
mayores también tuvieron sus redes de intercambio y prestigio, y la vieja
exitosa también tuvo su red de intercambio y el apoyo de sus hijos.
Los mecanismos de gobernanza funcionaban
con las otras malocas mediante intercambio, a veces por matrimonios, por venir la
gente de esas malocas para las fiestas, para las ceremonias. Ahora esto se ha
destruido por efecto de los misioneros, de los chotác que dicen cosas malas
sobre esas ceremonias, por causa de la religión nueva, y nunca van a volver a
hacerlo. Yo espero que puedan tener mejor memoria sobre lo que antes fue su
cultura. Algunos Matsés cuentan ahora cosas horribles del pasado. Dicen que antes
han orado a los demonios. No eran demonios, eran sus propios paisanos con capa.
Yo espero que en el libro sobre la vida tradicional se vea que muchas
costumbres del pasado eran positivas. Aunque no practiquen las mismas
costumbres hoy, es importante para que la gente tenga una buena memoria de su
pasado. Eso para mí es importante.
El
bombardeo de las malocas
El ILV llegó a trabajar con los Matsés
quizás cuatro años antes que yo comience mi trabajo. Ellos entraron algunos años
después del bombardeo, que fue en 1964, cuando estaba el presidente Belaunde, y
de las hostilidades con los Marubo del Brasil.
He hablado con gente de Requena. Las
personas me hablaron francamente: Nos
fuimos allá para matar a los Mayorunas. Punto. El hijo de una de las
personas heridas por los Matsés, también me contó lo mismo: que se fueron para
matarlos, se fueron para abrir la zona para explotar madera y otros recursos. Los
cuentos que leí en los periódicos eran pura mentira: que había ametralladoras con
los Matsés, que ellos lanzaron insultos en español (quizás algunos supiesen
algunas palabras), que estaban dirigidos por la guerrilla… A Lima habían
llegado historias que había guerrilla en la zona y que estaba atacando a la
gente de Requena y bla, bla, bla. Pero era pura mentira. No había guerrilla
allí. Después llegaron helicópteros de mi país para ayudar a evacuar a los
heridos. Yo he visto las fotos de los helicópteros militares que llegaron desde
las bases de los Estados Unidos en Panamá para evacuar a los heridos. Luego
vinieron los bombarderos de la aviación peruana, creo que llegaron de la base de
Chiclayo, y echaron sus bombas. Felizmente no mataron a los Matsés, pero los asustaron.
Ellos tuvieron que abandonar sus malocas. Se fueron corriendo y fue una cosa
horrible, pero no fue una matanza. Gracias a Dios. Stefano Varese escribió
sobre esto[7].
El
manejo de la fauna
El sistema de manejo de
la fauna, el que había antes del contacto, era que en un momento era probable
que un grupo social tenía una maloca en la que vivía, una nueva que estaba construyendo
y una maloca antigua donde todavía había pijuayo (la palmera Bactris gasipaes) y otros recursos.
Ellos andaban entre las tres malocas. Entonces no había presión permanente
sobre los recursos. Ahora esto se ha perdido. Cuando estuve ahí y escribí sobre
esto, cada grupo de maloca que había en el sector de la pista de aterrizaje del
Instituto Lingüístico de Verano tenía su casa afuera, a una distancia de un día
o más. De esta manera ellos seguían ocupando ese territorio. Cuando no había
carne cerca de la pista, ellos volvían a su otra casa para dejar descansar a
los monos. Era algo muy sofisticado. Cuando estuvieron cerca y los monos se
habían largado, ellos tomaban la decisión de hacer su fiesta, su ceremonia de
las “almas cantantes”. Las almas cantantes traían animales, lagarto, perezoso,
tortuga, armadillo. Todos animales que uno puede capturar vivos. Y las almas
cantantes cargaban en sus espaldas los animales vivos para que las mujeres los
matasen. Entonces los Matsés eran muy sofisticados. A veces las mujeres decían,
los monos, los sajinos se han ido muy
lejos, entonces yo creo que las almas van a venir para traernos carne. Eso
era como tener un ministerio de recursos faunístico. Tomaron una decisión
grupal para cambiar animales. Esta ceremonia podía durar un mes, dos meses,
dando tiempo para recuperarse a los monos. Era muy sofisticado. En cada maloca
había los huesos de los animales comidos. Ellos contaron las historias: aquí
está el tapir que mataron, etc., etc. Eran como un ministerio muy sofisticado.
Ahora ya se han perdido todo eso…
Durante la época
anterior al ILV, cuando vivían más dispersos, para socializar las decisiones,
por ejemplo, las referidas a la guerra, un viejo de una maloca iba a otra y decía
quiero conseguir mujer para mi hijo, y tal tribu nos ha atacado en el pasado. Formemos
un grupo de guerra. Entonces el otro grupo aceptaba. Hacían ceremonia de guerra
e invitaban a otros para que acudan a ella. Así resultaba un grupo de tres,
cuatro, cinco malocas, y formaban su partida de guerra. Era un proceso
aglutinante acordado entre los viejos de las malocas, pero también involucrando
a toda la población en la ceremonia.
Para tomar decisiones acerca
de la caza también funcionaban los acuerdos entre malocas. Decían, vamos todos
a las malocas nuevas. Ya está listo el maíz. Se iban y entonces dejaban en paz
la zona donde habían estado cazando. Cuando un grupo de mujeres se quejaba que
no había carne, tomaban la decisión de hacer la ceremonia de las almas
cantantes. Decían que los espíritus iban a venir trayendo carne. Todos sabían
que eran los mismos hombres bajo las capas. Pero esto lo utilizaron los
evangélicos para condenarlos, para decir que este tipo de ceremonias era cosa
del demonio, cuando lo que era importante era el simbolismo. Esto ha cambiado.
Esa ceremonia nunca se va a volver a hacer. Es una decisión de ellos influida
por la nueva religión, en donde se ve el proceso de pérdida de la cultura.
Los
cambios y el futuro
El liderazgo ha cambiado. Ahora los Matsés
hacen asambleas. Hay representantes de cada asentamiento en la asamblea
general. Las ONG y el mismo gobierno trabajan bien esa norma. Por ejemplo, Aidesep
hizo una en 2013, cuando estuve allí. Yo asistí a esa asamblea. Ellos
básicamente la convocaron para enfrentar la posibilidad de una exploración
petrolera. Los Matsés legítimamente estaban en contra y Aidesep también, aunque
esta organización a veces actúa como intermediaria entre petroleros y Matsés[8].
Es algo ambiguo.
Ahora la ONG Cedia que trabaja con ellos
ha apoyado la creación de líderes jóvenes en cada pueblo y tiene orgullo por
haber hecho esto. Yo veo que esto tiene doble filo. Por un lado es bueno
trabajar con jóvenes, pero por otro esto termina con la autoridad de los
viejos. Los viejos eran buenos y todavía lo son, pero ya no tienen autoridad.
Si una ONG trabaja con los jóvenes, qué autoridad tienen los viejos. Entonces
esto es asunto de doble filo.
Los cambios que he
visto… Los Matsés han sobrevivido el contacto. Esto es lo principal. Como
población se han duplicado, hasta triplicado. Su estado de salud está más o
menos bien según la posta médica que hay en Angamos y según lo que yo puedo
ver. Se han adaptado a la cultura nacional y muchos viven en Angamos o visitan
a Requena o Iquitos. Es decir, su sobrevivencia está asegurada. En cambio, la
cuestión cultural no está asegurada. La autoridad de los viejos, los cuentos,
las historias, las técnicas que utilizaron para manejar los recursos
faunísticos, por ejemplo, los conocimientos que utilizaron en sus ceremonias,
eso era algo muy sofisticado y comprobado con datos, eso ya no existe, y no he
podido descubrir si hay algo o si ahora no tienen medios efectivos para regular
sus usos.
Sobre la caza, ahora
llegan las ONG y les predican que no deben cazar tanto, que no deben utilizar
barbasco y cosas así. Hasta dónde los Matsés han internalizado esto, no lo sé.
Eso de la división
entre los viejos y los jóvenes no me parece ser saludable. Los jóvenes están
aprendiendo algo acerca de su propia tradición, pero no es como era antes.
Antes los mayores hicieron un esfuerzo tremendo para enseñar a los jóvenes,
pero esto no está pasando ahora, y los jóvenes no están haciendo el trabajo que
antes hicieron. Las redes de intercambio que apoyaron a las mujeres viejas ya
no se practican de igual forma.
La esperanza es que ya
los Matsés han demostrado una capacidad de etnogénesis absolutamente asombrosa.
Esto puede pasar de nuevo. Porque ellos no cambian en un 10%, no se adaptan en un
20%. Ellos cambian, cuando lo hacen, en un 100%.
Esa capacidad de hacer
las cosas en un 100%, como haber cambiado hace unas décadas la cerbatana por el
arco y la flecha. Ellos ahora son evangélicos. (Yo no soy evangélico, pero no
hablo en contra de sus creencias.) La gran mayoría lo son en un grado u otro. Ahora
han cambiado sus ceremonias por sus propias iglesias pequeñas. A ellas vienen
pastores a predicar y es una manera de relacionarse con la sociedad regional.
Otro ejemplo, hace tres años trabajaron madera con madederos y dejaron de
hacerlo durante dos años. Ahora están pensando comenzar de nuevo. Están
controlando su territorio.
En estos asuntos están
demostrando una capacidad de ajustarse, como población y como cultura, para
crear otra cultura matsés con algo del pasado y elementos nuevos. Tengo esta
esperanza. No sé todavía hasta dónde irán, pero tengo la esperanza que será
algo coherente y positivo, como era en el pasado.
El
regreso a los Matsés
No volví a la Amazonía sino hasta el
2003. Ese año vine para hacer una etnografía participativa con y para los
mismos Matsés, y también para los antropólogos y para los peruanos y medios
internacionales. En castellano se llama La
vida tradicional de los Matsés.
Antes estuve trabajando por todos lados:
en América Latina y hasta en Afganistán en 2002. Pero en mis vacaciones yo
quería escribir más sobre los Matsés. Entonces volví con mi hija. Con ella
trabajamos junto con dos jóvenes matsés que yo había conocido como niños e
incluso les había distribuido medicinas porque había crisis periódicas. En esto
tuve buenas relaciones con los misioneros, porque ellos tuvieron el apoyo de
sus médicos. Por eso hicimos un plan cada vez que llegaba una ola de enfermedades.
Ahora no haría esto porque ya hay más recursos, pero en ese entonces era lo
necesario. Bueno, para trabajar con los coautores, ellos vieron mis fotos de
1974 de, por ejemplo, una maloca que ellos conocieron en su juventud. Discutimos
para estar de acuerdo sobre el tema, y después ellos escribieron en cuadernos,
en su lengua y después en castellano. En 1974 no hablaban castellano, pero en
2003, sí. Mi hija pasó todo a máquina y ella manejó las fotos. El lingüista
Fleck reviso la ortografía y un editor del Ministerio de Educación reviso el castellano.
Después editamos el texto, y yo escribí el resumen en inglés, y salió como
publicación del CAAAP. Se llama La vida
tradicional de los Matsés. Pronto se agotó, pero Manuel Cornejo[9] dice
que todavía tiene tal vez unos diez ejemplares. Varias personas lo han visto, y
algunas universidades lo han conseguido. También varios antropólogos lo han
comprado. Pero lo mejor para mí es que se encuentra en las escuelas matsés. A
ellos les gusta ver las fotos. Algunos han leído el texto en matsés y en
castellano, y esto para mí es un orgullo tremendo.
Es muy emocionante saber que lo que uno
hace les sirve a ellos, que son los actores principales.
[1] Sistema
Nacional de Apoyo a la Movilización Social, institución creada durante el
gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), para promover la
organización de diferentes sectores sociales.
[2] Con frecuencia se considera que
los términos matsés y mayoruna se refieren a una misma entidad étnica. Esta
idea es rebatida con argumentos por el lingüista David Fleck en Matses Icampid. La historia de los Matsés.
Primera parte 180-197, libro del cual es coautor junto con Daniel Manquid
Jiménez Huamán y Aleandro Jimene Ëshco. Editado por Tierra Nueva, Iquitos,
2014, pp. 505-509.
[3] Lingüista de padre
estadounidense y madre peruana, ahora radicado en Iquitos, pero que ha vivido durante
más de una década en el territorio de los Matsés.
[4] El proceso de surgimiento y
declaración de la reserva, así como el papel que jugaron José López Parodi,
Stefano Varese y Steven Romanoff está explicado en la primera parte de esta conversación.
[5] Se trata de
una confusión, que por lo demás es común. Muchas personas piensan que el
Sinamos estaba a cargo de titular tierras comunales. Esta fue siempre
responsabilidad del Ministerio de Agricultura. La labor del Sinamos fue
promover la organización de diversos sectores sociales.
[6] Se refiere a la conversación que
tuvimos en agosto de 2016, en la cual le hable acerca de la importancia que
había tenido su informe para la consolidación de la reserva.
[7] Ver sobre el tema Varese, Stefano,
1967 “La nueva conquista de la selva”. En Amaru.
Julio-agosto. En efecto, un grupo de personas, encabezados por el alcalde de
Requena, inventaron una serie de patrañas para presentar a los Matsés del
Gálvez y Yaquerana como guerrilleros izquierdistas dispuestos a derrocar el
gobierno del presidente Fernando Belaunde. El mandatario logró que aviadores
llegados de las bases que los Estados Unidos mantenían en Panamá bombardearan
la zona.
[8] Romanoff
alude a un dudoso acuerdo de financiación suscrito, en 2012, entre Aidesep y
Petrobras. Ver al respecto “Auges y caídas de las organizaciones indígenas,
Alberto Chirif. En Selva Vida. De la destrucción
de la Amazonía al paradigma de la regeneración. Stefano Varese, Frédérique
Apffel-Marglin y Róger Rumrill (coordinadores). IWGIA. Copenhague. 2013, pp. 135-161.
Cada familia nuclear tenía su lugar en la
maloca, y cada persona su sitio en este. En esta foto hay luz natural porque
están reparando el techo de la maloca. Foto Steven Romanoff, C. 1974. Derechos
reservados.
El antropólogo y su amigo quien
le daba energía para escribir. Foto: Steven Romanoff C. 1974. Derechos
reservados.
Los hombres
mayores daban energía y sabiduría a los jóvenes usando polvo de tabaco. Foto:
Steven Romanoff, C. 1974. Derechos reservados.
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