jueves, 19 de septiembre de 2019

Comentario sobre el libro: El rescate de Leticia





Alberto Chirif

En 1922, el gobierno del presidente Augusto B. Leguía firmó el Tratado Salomón-Lozano que definió los límites del Perú con Colombia. Mediante ese Tratado, Colombia se quedó con el espacio interfluvial comprendido entre los ríos Putumayo y Caquetá y también con el territorio conocido como Trapecio Amazónico, que se extiende entre el Putumayo y el Amazonas, dentro de cual se encuentra Leticia. Lo extraño es que este segundo espacio no había sido materia evidente de los reclamos colombianos. Hubo entonces una cesión extraña de un territorio que estaba ocupado por el Perú y de un centro poblado como Leticia que había sido fundado por peruanos. El tratado de límites, mantenido en secreto por el gobierno de Leguía durante años, fue repudiado por ciudadanos de Loreto y otros afincados en ese departamento. Indignados, decidieron rescatar Leticia en una acción cívica que se ejecutó el 1º de septiembre de 1932. Diez meses más tarde, y luego del asesinato del presidente Sánchez Cerro, el Perú refrendó el Tratado y retiró sus tropas que ocupaban Leticia. Sobre este episodio trata el libro El Rescate de Leticia, escrito por Pablo Carmelo Montalván, uno de los voluntarios que se enroló en el Ejército Peruano para defender esa parte del territorio nacional. Es un evento histórico poco y mal conocido en el país.

El texto que sigue es la presentación del libro hecha por el antropólogo Alberto Chirif,
en Iquitos, la noche del pasado jueves 27 de agosto de 2015, en el Centro Cultural Irapay de Iquitos-Perú.


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Transcurren los últimos días del mes deseptiembre de 1932. Una nave que transporta bulliciosos pasajeros acoderada frente a Iquitos, se aparta de la orilla. Es de noche. Unobservador del zarpe describirá así el acontecimientoaños más tarde: “¡Larga proa…!  ¡Larga popa…! Sonó el telégrafo de órdenes en la sala de máquinas, las hélices empezaron a batir ruidosamente las turbias aguas del río y la enorme mole del barco que estaba cediendo a la fuerza de la corriente, se retiró suavemente de la plataforma y volteó lentamente para navegar aguas abajo. (//) Los gritos y frases de despedida empezaron abrotar creciendo en intensidad; se agitaron manos en el barco, en la plataforma; ondearonlos pañuelos; las luces del muelle iluminaban débilmente una masa humana que se movía desordenadamente en todas direcciones, extendiendo las manos como en actitud de detenerlo, que parecía querer seguir tras el barco; sollozos, lamentaciones, expresiones de conformismo y esperanza en labios de madres, esposas, novias; parejas abrazadas llorando desconsoladamente; palabras de aliento de amigos, hermanos; recomendaciones, promesas”.

Unas semanas antes, en la madrugada del 1º de septiembre de 1932, 57 personas procedentes de Iquitos, Caballo Cocha (la mayoría), Yahuma y Tarma, desembarcan en Leticia, deponen a las autoridades colombianas e izan nuevamente la bandera peruana, recuperando para el país transitoriamente este territorio. “No se derramó una sola gota de sangre”, señala el narrador.

Quien relata estas escenases un civil que, como muchos, se enroló posteriormente para revertir una injusticia cometida por el gobierno de Leguía que suscribió el Tratado Salomón Lozano, por el cual Perú cedió a Colombia dos bloques territoriales: el espacio interfluvial comprendido entre el Putumayo y el Caquetá y el Trapecio Amazónico donde se encuentra Leticia. Es un protagonista directo de esos hechos y se llamaPablo Carmelo Montalván, autor del libro El rescate de Leticia que hoy su hijo Fernando me ha pedido presentar en esta su segunda edición que llega 37 años después de la primera.

García Márquez, en su libro Vivir para contarla, se refiere a la toma de Leticia en su particular estilo humorístico. Atribuye la razón de este sucesoa una disputa de faldas. No recuerdo con exactitud los detalles de su relato, pero creo que un colombiano (tal vez un sargento) le había quitado la novia a su par peruano, y este, irritado hasta más no poder, decidió tomar la población por las armas. Aunque es verdad que muchos actos calificados de patrióticos tienen a veces explicaciones por demás pedestres y prosaicas, esta vez, contradiciendo al ilustre escritor, debo decir que no fue esta la justificación de la historia que narra Montalván. La recaptura de Leticia por parte de un contingente de civiles peruanos debe ser analizada en el contexto de lacontroversiafronteriza entre Colombia y Perú. Tal vez, de no haber sido por la existencia en el áreaen disputa de gomas silvestres, aludidas de manera generalcomocaucho, nunca se hubiera desencadenado el conflicto armado entre ambos países. Pero esto es apenas una hipótesis.

La obra de Montalván no es una novela, tampoco es un diario. Es un relato de alguien que vivió los hechos y los narra con lucidez y espíritu crítico. Si bien incluye anécdotas, el texto no es un simple anecdotario. Aunque el autor aparece en algunos pasajes, no es un relato que lo tenga como personaje principal. Si tengo que ubicar el protagonista, debo decir que es el grupo de 57 personas que tomaron Leticia y las que más tarde se alistaron voluntariamente para defender su recuperación. Dentro de este conjunto, destaca un grupo, del cual el autor es parte, que él califica con humor como Estado Mayor. Lo integran personas que comparten amistad, y también complicidades cuando juegan bromas o burlan el absurdo y sofocante orden establecido por clases y oficiales que confunden la disciplina con los gritos yla autoridad con los insultos.

Destaco del libro, de correcta escritura, su capacidad de transmitir la sinceridad de espíritu de quienes se embarcaron en el intento de recuperar definitivamente para el Perú un territorio cedido por la estupidez de un gobierno. El texto comunica altruismo, desinterés, amor al suelo de los padres, es decir, a la patria. Pero es a su vez un libro tremendamente crítico contra los patriotas de fanfarria que se pavonean enlas paradas militares, de quienes, antes como ahora, no encuentran contradictorio llevarse la mano al pecho y cantar con fervor aparente el himno nacional, mirando la bandera con ojos enternecidos, al tiempo que desprecian a connacionales por no considerarlos de primera categoría y se apropian del patrimonio nacional, que debería servir para mejorar la educación, la salud y el bienestar de todos.

Creo que este es el principal valor del libro de Montalván porque pone el dedo en la llaga de males recurrentes en el país que se expresan de manera cotidiana y, lo que es más grave, incluyen momentos de crisis donde más que nunca se necesita de honestidad y decisión como requisitos básicos para lograr la unión en pos de una meta compartida. Me refiero a casos de agresión externa, como fue la Guerra del Pacífico, con la que el propio Montalván establece comparaciones, que se resumen en improvisación, corrupción, irresponsabilidad de oficiales, abandono por parte de las autoridades y cobardía. Si aún viviera, Montalván establecería otras comparaciones actuales, por ejemplo, con el comportamiento de autoridades durante el conflicto del Cenepa o de los desastres naturales que han causado tantas tragedias en el país.

Montalván se refiere a superiores, clases y oficiales que les pegan a sus subordinados, a balas que no revientan durante un ejercicio porque estaban pasadas (“¡qué tal si con esa munición hubiéramos entrado en combate…!; –p. 110), a carencias básicas de uniforme (“…dábamos la impresión de haber sido sorprendidos y que hubiéramos acudido a las trincheras a medio vestir…”; p. 120), a armamento en malas condiciones (“cartucheras por deshacerse, la munición en el morral del servicio del comedor, las bayoneta sujetas al cinturón con pedazos de cordel…”; p.120), a oficiales que se emborrachan (p. 215) y a cuatro aviadores que con sus respectivas máquinas abandonaron el escenario del conflicto para ir a Iquitos porque “uno de los pilotos iba a contraer matrimonio y todos los compañeros de armas quisieron estar presentes en la ceremonia”; p. 238). En la escena nacional un hecho vital terminó por decidir el curso del enfrenamiento: el asesinato del presidente Sánchez Cerro cuando pasaba revista a 20 000 soldados que debían incrementar las tropas peruanas en Loreto. En fin, es una larga sucesión de despropósitos que no podían conducir a otro desenlace diferente del que tuvo: el punto final de la presencia peruana en Leticia y el abandono de su reclamo.

Quiero ahora hacer un análisis personal para explicar los hechos y las razones de este conflicto fronterizo, y para esto debo remontarme a décadas anteriores.

El caucho

Corre el siglo XIX y mientras en Europa se afianza la Revolución Industrial que se había iniciado durante la centuria anterior y el capitalismo como sistema económico, en América del Sur países que recién nacen comienzan a vivir su vida independiente y tratan de consolidar sus fronteras sobre la base de jurisdicciones heredadas de su anterior condición colonial y, en algunos casos, también de la ocupación de hecho de diversos espacios territoriales, sea porque los consideran suyos o porque, al serles accesibles, intentan hacerlos parte de su patrimonio.

Charles Marie de la Condamine había llevado, a mediados del siglo XVII, noticias a Europa sobre la existencia del caucho en la Amazonía. En suRelación Abreviada, publicada en Francia en 1745, relata el uso quele daban indígenas amazónicos para hacer algo parecido a plumillas del bádminton o a zapatos, así como diversos objetos impermeabilizados. Entre estos últimos estaba una especie de odre con pico de madera para llevar líquidos, similar a una jeringa, llamado en Brasil pão da xiringa, que es el origen de la palabra portuguesa seringa y seringueiro que pasan al castellano regional amazónico del Perú como shiringa y shiringuero.

El proceso de vulcanización del caucho, descubierto por Charles Goodyear en Estados Unidos en 1839, había solucionadoel problema de alteración del producto a causa de los cambios de temperatura y de adhesión de piezas de caucho puestas en contacto. Un año después de haberlo patentado en 1844, R.W. Thompson registró la llanta neumática en Inglaterra. Desde entonces el uso del caucho se generalizó aceleradamente como aislante, amortiguador de ferrocarriles y bandas de billar, al tiempo que se perfeccionaban sus usos ya conocidos en la fabricación de zapatos, prendas impermeables y aislante de cables. En 1888, John Dunlop reinventó la llanta neumática que hasta entonces no había tenido el éxito deseado por Thompson, la cual logró importancia debido al impulso de la industria de la bicicleta. Pocos años más tarde, en 1895, se usaría también para automóviles. En los años siguientes la demanda de caucho creció en Estados Unidos y en toda Europa como consecuencia de su pujante desarrollo industrial. Su extracción en la Amazonía se expandió entonces de manera acelerada.

Una de las regiones importantes de extracción de gomas silvestres fue el espacio interfluvial comprendido entre la margen izquierda del río Putumayo y,haciael norte, la derecha del Caquetá. Es decir, uno de los dos bloques territoriales entregados por Perú a Colombia, mediante el Tratado Salomón Lozano.

El río Putumayo se forma en el Nudo de los Pastos, ubicado en la provincia ecuatoriana de Carchi y el departamento colombiano de Nariño donde se reúnen los ramales de la Cordillera de los Andes queluego, ya en territorio colombiano, se bifurcan en dos Cordilleras: la Occidental y la Central. En su recorrido hacia el sureste, el Putumayo marca primero la frontera de Ecuador con Colombia y luego la de este país con Perú, para finalmente entrar a Brasil donde se lo conoce como Iça. Por su parte, el río Caquetá nace en el departamento del Cauca, en Colombia, y atraviesa en su recorrido, también hacia el sureste, los de Putumayo y Caquetá, antes de entrar a Brasil con el nombre de Japurá.

Me he detenido en esto no por preciosismo geográfico sino para tratar de enmarcar el problema de fronteras que está implícito en el libro que hoy me han invitado apresentar. Ambos ríos nacen en Colombia, y mientras el Putumayo sirve de límite entre ese país con Ecuador y luego con Perú, el segundo nace en las regiones alto andinas de Colombia y discurre enteramente en territorio de este país. Puedo completar la hipótesis que antes esbocé, diciendo que de no haber existido gomas silvestres en la zona interfluvial comprendida entre el Putumayo y el Caquetá, Perú no hubiese reclamado ese territorio como propio y Colombia lo hubiese ocupado de una manera natural, sin conflicto, dada su conexión fluvial con el resto del país. Para Perú el Putumayo es hoy día una especie de extramuros del país. De Iquitos a El Estrecho, capital de la recién creada provincia de Putumayo, se llega actualmente en un viaje por río que demanda entre 15 y 20 días.

Enla disputa con Colombia, Perú tenía a su favor “títulos de derecho”, como los califica Carlos Larrabure y Correa en su folleto El Perú y Colombia en el Putumayo, publicado originalmente en 1913 y republicado en 2005.Dice él: “El 15 de julio de 1802, el Rey de España expidió una real cédula en la que se especificaba de una manera clara y terminante, que todos los territorios bañados por los afluentes septentrionales de los ríos Marañón y Amazonas, hasta donde por sus saltos y raudales dejen de ser navegables[cursivas propias],y además las misiones de Sucumbíos, quedaban organizados en una nueva entidad política y administrativa, denominada Comandancia General de Maynas”. (Perú y Colombia en el Putumayo. Imprenta Viuda de Luis Tasso. Barcelona, 1913.) Es cierto, como señala Larrabure y Correa, que se trata de un título de derecho pero este es débil frente a dinámicas sociales que, como en este caso, se vieron favorecidas por las condiciones geográficas de la zona.

Esta condición del Putumayode río marginal respecto alPerú explica por qué los colombianos llegaron antes a esa zona para explotar las gomas silvestres: por existir vías fluviales que descendían del interior de su país. De hecho, los dos centros gomeros importantes que llegó a tener la Peruvian Amazon Company, empresa cuyo fundador y gerente fue Julio Cesar Arana, son de aparición tardía respecto a la presencia colombiana. Uno de dichos centros fue La Chorrera, en el Igaraparaná, que estaba en manos del cauchero colombiano Benjamín Larrañaga. AllíArana recién interviene a partir de 1901, año en que establece una sociedad con el colombiano. Cuatro años más tardela empresaqueda enteramente en manos de Arana, yaque, raíz de la muerte de Larrañaga, él le compra sus acciones a su hijo Rafael. El otro centro es El Encanto, a orillas del Caraparaná, que hasta 1903, según relatael comerciante colombiano Joaquín Rochaen su Memorando de Viaje(Casa editorial El Mercurio. Bogotá, 1905) estaba en manos de sus connacionales. Recién a partir de 1904 aparece Miguel Loayza como gerente de este establecimiento perteneciente a la Peruvian Amazon Company.  

Las disputas que se presentaron nada tenían que ver con razones patrióticas, y si caucheros de ambos países defendían su presencia en ese territorio era por afán de lucro  personal de explotar un recurso valioso como las gomas silvestres, que por entonces llenaba los ojos de ambición y los bolsillos de dinero. La prueba está en que ni Colombia ni Perú recurrieron al argumento de la soberanía nacional mientras las sociedades entre ciudadanos de uno y otro país marcharon bien y solo reventaron cuando Arana quiso tener la exclusividad sobre la zona. Incluso así, hubo colombianos trabajando para la empresa de Arana. Es el caso, por ejemplo, de Víctor Macedo, gerente de La Chorrera. Y en un nivel aun más importante, el de Rafael Reyes que llegó a ser presidente de Colombia entre 1904 y 1909, quien formó una sociedad con Arana. 

No obstante, si bien todo lo dicho es válido para la zona interfluvial comprendida entre el Putumayo y el Caquetá no lo es para la del Trapecio Amazónico y de ese centro poblado creado por una fundación oficial y por el cariño de la gente: Leticia. Haré ahora el mismo ejercicio de descripción geográfica que realicé en el caso anterior para  ubicar en el espacio al Putumayo y el Caquetá. Desde un punto de vista estrictamente formal, el Trapecio Amazónico parece ser producto de un mal dibujante del mapa de Colombia. Es un apéndice extraño que se descuelga hacia el sur desde una de las esquinas de su territorio. Es una especie de embudo en la que, a diferencia del dicho popular, la parte ancha perjudica al contrario, es decir, a Perú. Para ubicarnos en el espacio, el Trapecio tiene su lado más pequeño en la orilla derecha del Putumayo, en territorio que hasta la firma del Tratado Salomón Lozano era indiscutiblemente peruano, desde donde proyecta sus lados divergentes hasta encontrar la margen izquierda del Amazonas, donde se halla Leticia. Es una clarísima intromisión en un territorio que no estaba en disputa entre las partes y que Colombia no sentía como suyo ya que reconocía la margen derecha del Putumayo como peruana, y con mayor razón, el espacio interfluvial entre este río y el Amazonas.

Las razones que llevaron al presidente Leguía a ceder el territorio del Trapecio de más de11000 km2 sigue siendo un misterio. Traición a la patria, señalan algunos. Sí, ¿pero a cambio de qué?, porque sin interés personal de por medio, sin ganancia individual, no existe traición, sino solo estupidez del ignorante. Y esta es otra vez una hipótesis. ¿Qué sabían Leguía y sus ministros acerca de esta porción del territorio nacional y de sus pobladores? La desaprensión con que los políticos-y no me refiero solo a los del gobierno central sino también a los que tenemos cerca- miran el patrimonio natural y social de la Nación es total, como lo vemos a diario. Que algunas empresas destruyan y contaminen el medioambiente, saqueen los recursos naturales y afecten la salud y las fuentes de trabajo y riqueza de sus pobladores es algoque nos golpea diariamente, pero que muchos políticos califican de desarrollo. No obstante en estos casos, la corrupción con el afán de enriquecimiento indebido ofrece una explicación para el comportamiento de dichos políticos. Pero, ¿cuál es la explicación en el caso de la cesión del Trapecio Amazónico?

La acción cívica llevada a cabo por un grupo de ciudadanos mayormente loretanos fue para rescatar a Leticia y al Trapecio, no el espacio interfluvial comprendido entre el Putumayo y el Caquetá. Esto último creo que se debió a dos razones: que nunca fue sentido como propio porque su comunicación era con Colombia y no con Perú y porque a partir de 1915 el caucho, que era el producto que ambicionaban caucheros como Arana y otros, dejó de ser importante por la caída de su precio en el mercado internacional. El Tratado Salomón Lozano se firmó en 1922 cuando el caucho ya no valía nada.

El beneficio para Colombia de apropiarse del Trapecio Amazónico es claro, porque este le ha permitido tener acceso directo al Amazonas, convertirse en país ribereño de este río. Sin embargo, Colombia era consciente de que este territorio no le pertenecía porque, repito, la soberanía sobre la margen derecha del Putumayo no estaba en discusión. Y esto debe haberlo recordado Colombia a lo largo del conflicto generado por la recaptura de Leticia. Durante los 290 días que duró la presencia peruana en Leticia, Colombia no hizo ningún intento por recapturar este poblado descolgado de su territorio por las dificultades que enfrentaba la empresa. Para hacerlo solo tenía dos alternativas: desplazar tropas atravesando el monte desde el Putumayo hasta llegar en malas condiciones a Leticia o hacerlo por vía fluvial, descendiendo el Putumayo, cruzando territorio brasileño hasta su desembocada en el Amazonas y, desde allí, remontando el río hasta llegar a Leticia. Ninguna de las dos vías le ofrecía a Colombia posibilidades de éxito por las dificultades de dar apoyo logístico a sus tropas. Por esto planteó el combate en otro escenario: el río Putumayo, donde Perú tenía muy pocas fortalezas a causa de las dificultades de conexión de esta cuenca respecto al resto del país (que puedo resumir diciendo que eran similares a las mismas de Colombia para acceder al Amazonas), mientras que Colombia tenía fuerte presencia por el avance colonizador, político y militar desarrollado desde su zona andina.

Los ataques en el Putumayo causaron la destrucción de propiedades de peruanos establecidos en la cuenca y originaron el traslado hacia el Napo y el Ampiyacu de población indígena que patrones caucheros como Miguel Loayza habían llevado allí para utilizarla como mano de obra en sus fundos. Pero esta es otra historia a la que no me voy a referir ahora.

Termino destacando las virtudes de este libro por estar bien escrito y, sobre todo, por abordar con espíritu crítico uno de los tantos episodios vergonzosos de la historia nacional. 

viernes, 13 de septiembre de 2019

TARDES DE INFANTES



                                                                    Img. DR

I

A lo lejos se atiza el fuego
mientras jugamos escondidos
turgencias y torrentes
la piel reconocida
los labios temblorosos,
no somos lo que fuimos.

II

La barrera adulta se levanta
anulando el manantial de la memoria
ni Freud ni los tabúes explican o controlan
las dichas del encuentro
la sangre que abochorna,
no somos lo que fuimos.

III

Sostengo las miradas
controlo la carne por la carne
la piel que inunda humedeciendo
el beso trunco la caricia
el vientre taciturno,
no somos lo que fuimos.

IV

Jugábamos a ser parejas
nuestros amigos los hijos no tenidos
la comidita se quemaba en la cocina
escondiendo nuestro juego a los mayores
mientras quemaban las caricias,
no somos lo que fuimos.

V

Las yemas de los dedos recorrían
las pálidas mejillas sorprendidas
y un beso enemigo del infierno
robado en el candor del juego
decía que existía el cielo,
no somos lo que fuimos.



                                         

jueves, 29 de agosto de 2019

A PROPÓSITO DE LOS 90 AÑOS DE LA RECUPERACIÓN DE TACNA AL PERÚ



El 1° de setiembre de 2019 se cumplen 87 años en que un grupo de 57 patriotas peruanos, loretanos casi todos, rescataran Leticia, territorio peruano amazónico que fuera entregado por  un tratado lesivo a los intereses de la patria por el presidente Augusto B. Leguía mediante el Tratado Salomón-Lozano del 24 de marzo de 1922.
Queda para las nuevas generaciones de historiadores y tratadistas descubrir los móviles que impulsaran tan lesivo arreglo que afectaba a las poblaciones peruanas de la vasta zona del río Putumayo, concediendo nadie sabe a qué precio, una enorme extensión territorial rica en toda su naturaleza que alcanzaba cerca de ciento diez kilómetros de la ribera izquierda del Amazonas, además de dejar bajo la jurisdicción de Colombia más de cien mil kilómetros cuadrados, que es la extensión de la zona comprendida entre la margen izquierda del río Putumayo al río Caquetá y la faja  entre el Putumayo y el Amazonas.


                                                                            Img.  DR

Como decimos líneas arriba, pasados más de diez años del infausto Tratado y desarraigados los loretanos de la tierra que siempre fue suya, armados de valor y con creaciones previas de la Junta Patriótica de Loreto en Iquitos, ingresaron a Leticia, arriaron la bandera ajena, izaron la bandera peruana y expulsaron a las autoridades colombianas, el 1° de setiembre de 1932.

                                                                        
                                                                           Img. DR


Es nuestro deber dar a conocer los nombres de cada uno de estos patriotas y con el reconocimiento que se merecen, solicitar a las autoridades nacionales se designe el 1° de setiembre de todos los años como “Día de la dignidad loretana”.

De IQUITOS
Oscar H. Ordóñez de la Haza.
Juan Francisco La Rosa.
Pedro Mathews Soria.
Roberto Zumaeta.
Manuel Tapullima.
Pedro Antonio Peña.
Demetrio Sifuentes.
Víctor Orbe Orbe.

De CABALLO COCHA
Arístides Lozano.
Domingo Gárate.
Leonidas Malafaya.
Carlos Lozano.
Enrique Sáenz.  
Teodorico Oyarce.
Hernán Hernández.
Andrés Jarama.
Darío Olortegui.
Felipe Acosta.
Homero Rodríguez.
Humberto Villacorta.
Francisco Sáenz.
Francisco N. Rasma.
José Anahuanari.
Emilio Pinedo.
Antonio Tapayuri.
Juan Ahuanari.
Néstor Santillán.
Elías Dávila.
Francisco Franco.
César García.
Leoncio López.
Manuel Matute.
Francisco Pinedo del Águila.
Eduardo Arimuya.
Gerardo Malafaya.
Anselmo Pereira.
Miguel Vásquez.
Pedro Dávila.
Alejandro Vásquez.
José Gabrielli Lucas.
Juan Villacorta.
Francisco Romero.
Manuel Elespuru.
Oscar Romero.
José María Reyna.

De  ISLA YAHUMA
Alejandro Gonzáles.
Juan Panduro.
Inocente Angulo.
Antonio Carihuasi.
Miguel Díaz.
Marcial Vigo.

De ISLA TARMA
Alcibiades Silva.
Doroteo del Castillo.
Julián Hidalgo.
Juan Alván.
Enrique Hidalgo.
Cristóbal Moreno.









jueves, 4 de julio de 2019

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA HIDROVÍA AMAZÓNICA


                                                      A la memoria del hermano Paul McAuley, defensor de la Amazonia y los pueblos indígenas.

                                                    Fuente: proyectosapp.pe

El dragado que se pretende construir, en el que viven las etnias que se verían directamente afectadas, Achuar, Asháninka, Awajún, Bora, Kapanawa, Kichwa, Kukama-kukamiria, Murui-muinani, Shawi, Shipibo – Konibo, Tikuna, Urarina, Yagua y Yine, casi un total de 424 comunidades nativas en los trece “malos pasos”: entre los ríos Marañón y Amazonas, tramo Saramiza-Iquitos-Santa Rosa; río Huallaga tramo Yurimaguas-confluencia con el Marañón; río Ucayali, tramo Pucallpa-confluencia con el Marañón, es una obra que se ha asumido sin tener en cuenta la opinión de los pueblos indígenas y ribereños; peor aún, sin la menor observación de los tratados y las leyes que preservan la República Peruana. Teóricamente buscan habilitar la navegación para el comercio internacional sin ninguna base real, como vemos que sucede con la nula conectividad de la carretera IRSA sur, que solo sirve para comercio ilegal, deforestación y narcotráfico.
A decir de los líderes de la etnia más numerosa, Kukama-kukamiria, los ríos son más que canales de transporte, han mantenido a múltiples culturas por miles de años y lo siguen haciendo con gran parte de la población en sus riberas, sobre todo en la ciudad más grande de Loreto, Iquitos.
No hablemos del sentido que tiene el río en la población indígena diferente del pensar occidental que entiende la naturaleza como recurso para explotar y destruir. Para los Kukama-kukamiria, que se hacen llamar también hombres de río o agua, y que viven en el lugar, significa su buen vivir día a día; para ellos la naturaleza tiene madre y está fuertemente ligada al agua y a su preservación. Precisamente los mal llamados “malos pasos” a dragar son los lugares a los que acuden los peces tanto para reproducirse como para alimentarse y donde la población los pesca.
Esto, que son los “malos pasos” para el navegante -comerciante u occidental-  son precisamente lo que se pretende desaparecer sin tener la más mínima idea de lo que se va a destruir en nombre de la modernidad o el negocio.
Como lo comentan los padres Cadenas y Berjón de la Parroquia  Santa Rita de Castilla del río Marañón, a decir de los Kukama–kukamiria: cuando una persona se acuesta con sed, su cabeza sale del cuerpo en la noche para tomar agua. El peligro consiste en que al regreso de la cabeza al cuerpo no se ajuste adecuadamente, sino que se posicione de lado o hacia atrás, mirando a la espalda. En ese sentido la persona no se puede levantar en la mañana porque está enfermo. Tiene que esperar que otra noche salga la cabeza y al regreso se acomode adecuadamente.
No tiene nada de casualidad que el Apu Alfonso López Tejada, Kukama,  refiera respecto de la siempre en peligro Reserva Nacional Pacaya-Samiria: no estamos dentro de la Reserva, la Reserva está dentro de nosotros.
Hemos visto grosso modo lo referido al habitante de la selva, indígena, ribereño o bosquesino, como lo señala Jorge Gasché y pasemos a las consideraciones de conectividad y desarrollo que se pretende según los cánones occidentales de modernidad. Según Pro Inversión la Hidrovía Amazónica permitirá la navegación por los ríos Huallaga, Ucayali, Marañón y Amazonas, dragando lo que llaman “malos pasos”, durante las veinticuatro horas del día, los trescientos sesentaicinco días del año. De acuerdo a este proyecto se trataría de dragar los trece “malos pasos” detectados en el curso de los ríos mencionados y que dificultan la navegación. El grave problema es que no se ha considerado en primerísimo lugar la opinión de la población, soslayando los estudios de impacto ambiental y arguyendo que el proyecto tiene argumentos de servicio público.
También es grave que las políticas públicas que aplica el gobierno, sin consentimiento, participación o consulta ciudadana, no haya tenido éxito o no haya significado beneficio para el interés común, sino que han sido graves violaciones a los derechos humanos, precisamente de las poblaciones indígenas. No es admisible que porque se crea, como lo cree el Ministerio de Transportes y Comunicaciones,  se trata de un servicio público, tenga que ser admitido con la absurda idea de que será beneficioso. Es de aquí que nace la necesidad de un estudio previo conjunto, coordinado y participativo con los ciudadanos, de las consecuencias sociales, económicas, ambientales y por encima de todo, de los derechos fundamentales que se verían afectados.
Trascribo párrafos de la entrevista que le hiciera Alberto Chirif, reconocido antropólogo con más de cuarenta años de beber de la sabiduría indígena y popular, a don Francisco Confesor Lachos, presidente de la Asociación de Armadores Fluviales de Loreto:
… ¿Y el impacto ambiental molestando a los  peces? Una vez que tocas el fondo empieza a desbordarse. No habrá playas, tampoco peces. Las cochas van a empezar a escurrir y poco a poco, se van a secar. El agua es viva. El río tiene su recorrido. ¡Así! [Dibuja imaginariamente los meandros]. Cada lugar almacena alimento para los peces. En todo el río hay peces. Pero al dragar eso va a quedar como el Mississippi, ya no hay vida, no hay peces, no hay nada. Su mercado de los ribereños, el mercado de los pucallpinos, de los yurimagüinos, de todos, en peces va a desaparecer. Al no haber playa ya no sembrarán [la agroforestería familiar se desarrolla sobre todo en los barreales, es decir, en los suelos limosos que dejan los ríos luego de la vaciante]. Sus productos, los que viven en la ribera y viven de su productito de su maíz, su frejol, su soya, sus sandías, todo, ya no habrá. Entonces, ¿qué van a hacer? Van a quedar abandonados, sin mercado. Es su vida de ellos. ¡Y cuántos miles de años esa gente vive en las riberas!
O sea simplemente el gobierno, por hacer una cosa ilegal que el pueblo no necesita, está haciendo este proyecto. Nosotros navegamos todo el año, hay tres meses que hay un  poquito de dificultad, pero nunca se ha dejado de navegar de noche y de día. Tres meses hay vaciante en el río: junio, julio y agosto. Esos tres meses se navega con tres cuartos de carga. La que carga 1500 toneladas carga 1000 y listo. Es el antojo del gobierno y las autoridades que están corruptas. Quieren hacer un negocio para apropiarse del dinero del Estado y del dinero de nosotros.
Hay pocos encallamiento. Poquititos. Con reducir un porcentaje de la carga, normal se navega todo el año y las 24 horas, día y noche. Dicen que van a dragar 13 puntos. ¡Qué son 13 puntos a lo largo de ríos de diferentes longitudes que tenemos! No es nada. ¿Para qué? Para que se lleven los 27 millones de dólares que ya le dieron a los chinos de Cohidro. Esa plata se necesitaba para hacer colegios, hospitales, para darles luz, agua y desagüe a esos pueblos que viven en la oscuridad, viven abandonados, No tienen nada, un desagüe, agua, no tiene educación…”
En conclusión, debemos señalar que la Primera Sala Constitucional en el proceso que se iniciara el 8 de mayo de 2018, rectificando su Resolución N° 4, el 19 de febrero de 2019 ordenó que se admita a trámite la Acción de Amparo que la ORPIO (Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente) y AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana) contra el Servicio Nacional de Certificación Ambiental para las Inversiones Sostenibles (SENACE). Esto significa que el Poder Judicial deberá buscar que se apruebe el Estudio de Impacto Ambiental Detallado (EIA-d) previa consulta con los pueblos indígenas salvaguardando sus derechos colectivos y el cumplimiento de la normativa legal sobre Consulta Previa.


Fuentes:












viernes, 17 de mayo de 2019

LA REVOLUCIÓN DE IQUITOS, POLÍTICA Y DEPORTE.



                                                                           Img. DR

El 9 de setiembre el presidente Serrón recibió una carta, al parecer particular, pues no tenía sello ni membrete oficial de ninguna clase, de parte del Sr. Andrés Rodríguez Frías, entonces secretario de la Prefectura.
Decía
literalmente:

Iquitos, 9 de setiembre de 1,922.
Señor Don Ladislao Serrón.
Ciudad.-
Por encargo del señor general Prefecto, me es grato dirigirme a usted, manifestándole que en días pasados se ha recibido en esta Prefectura una circular de un club titulado “José Pardo”, firmada por Ud., y en la que comunica el cambio de la junta directiva.
No debe ocultarse a Ud., que en la época actual, en la que gobierna el país un régimen netamente democrático, contrario a la oligarquía pardista no puede aceptarse la existencia de un club o asociación, cualquiera que ella sea, que funcione ostentando como un reto al estado de cosas establecido, el titulo del jefe de una agrupación de hombres dañinos para el país y odiosos al patriótico gobierno que rige los destinos de la nación; mucho menos cuando como en el caso del club que Ud., preside, son perfectamente conocidas sus inclinaciones políticas, claramente demostradas durante el desgraciado movimiento subversivo de Loreto.
Es pues llegado el caso de que se sirva Ud. comunicar a los miembros del club de su presidencia, que el señor general Prefecto, no reconoce ni permitirá el funcionamiento de dicho club mientras no cambie el titulo que ostenta y que motiva la presente.
Atentamente.
Andrés Rodríguez Frías
Secretario de la Prefectura de Loreto.
 
La reacción que originó la antedicha carta fue insospechada. Serrón convocó a sesión de Asamblea General Extraordinaria a la que concurrieron 52 socios activos y los cuatro equipos de fútbol.
Si bien es cierto que muchos socios, entre ellos el mismo presidente Meneleo Meza, fueron simpatizantes de la causa revolucionaria, al igual que muchos de los otros clubes deportivos e instituciones locales, y una gran proporción de la población de Iquitos, esa simpatía fue puramente personal; y en ningún momento la brindaron en nombre del José Pardo.
El estandarte obsequiado por los oficiales de Regimiento Cazadores del Oriente Nº 17, sublevado por Cervantes, que había conquistado el José Pardo, y que se exhibía en el Salón de Actos del Club, era un trofeo que no tenia otro significado que el resultado de una victoriosa pugna deportiva; pero, su posesión fue interpretada en forma caprichosa y malintencionada, ya que no puede suponerse que hubo ignorancia de cómo se puso en lucha el indicado trofeo.
La realidad fue que el citado Rodrigues Frías, estaba influido por gente que intencionalmente tenía intención de hacer daño a determinados dirigentes del José Pardo, que en alguna forma habían intervenido en la revolución y por otra parte arrastrado por su servilismo y el afán de hacerse grato al régimen constituido, creyó que sería fácil someter a su capricho y humillar a la institución, dando así una prueba de su lealtad al gobierno, y de su prepotencia a la sociedad de Iquitos.
Dado el carácter del asunto la sesión pasó a ser secreta.
Intervinieron en el debate plenos de la más justa indignación todos los socios, y sus intervenciones reflejaron, no sólo el repudio a semejante abuso y demostración de prepotencia, sino el firme propósito de mantener el nombre que los unió durante 16 años en un esfuerzo que jamás tuvo ayuda extraña.
Al declararse en sesión secreta el vocal Juan Daniel Arévalo cerró las puertas y se mantuvo en actitud de vigilancia.
Sería largo dar el detalle de un debate que duró tres horas, que por ser importante merecería ser conocido. Nos limitaremos a sintetizar las intervenciones más saltantes.
Eduardo Noriega, uno de los primeros en hablar dijo: “Creo que no tenemos porque dar importancia a esa carta que dirige el secretario de la prefectura, pues este señor no tiene ninguna autoridad para hacerlo. Démosle por no recibida”.
José Antonio Rengifo dijo: “Considero que esa carta manifiesta una actitud hostil contra toda la juventud deportiva y es una amenaza que hiere la dignidad de quienes, como nosotros, sólo nos preocupamos de formar hombres sanos y fuertes para la defensa de la patria. Soy de opinión de no ceder a la imposición que entraña esa carta, de que el club cambie de nombre”.
Eduardo Noriega insistió: “El nombre que se le puso al club es sólo un reconocimiento a la obra del Dr. José Pardo en el departamento de Loreto; ahí está la Instrucción Elemental Obligatoria, las Escuelas Fiscales, la torre inalámbrica, que nos ha hecho mas fácil la comunicación con la capital, los cruceros Grau y Bolognesi, que son el orgullo de nuestra escuadra. Si se ha puesto su nombre a nuestro club no es porque sea político ni porque somos políticos. Seria la más negra ingratitud no reconocer esos beneficios y el más vil gesto de cobardía aceptar la imposición que se nos hace: de que cambiemos de nombre. Insisto en que no se debe tomar en consideración esa carta, pues, su sólo envío ya significa una ofensa a nuestra dignidad institucional”. 
El presidente Serrón admitió las razones de Eduardo Noriega: “Así es señor Noriega, pero, ateniéndonos al tenor de la carta y aunque sólo este firmada por Rodríguez Frías, en ella dice: “por encargo del señor Prefecto”  Esta pues claramente amparada la amenaza que encierra. Creo, por esto, que, aparte de tomar o no en consideración la carta, debemos estar preparados para cualquier emergencia y en salvaguarda de nuestros intereses institucionales y mi propia responsabilidad, hacer un inventario notarial de nuestros útiles, enseres y material deportivo”.
Juan Daniel Arévalo, desde su puesto de guardián de la puerta dijo: “Muy bien, señor presidente, pero, para que todos se den cuenta del abuso que se está cometiendo, pido que se de publicidad a la carta en los periódicos”.
Manuel Burga Soto habló: “Eso sería imposible señor presidente. No habría periódico que se atreviera a publicarla. Yo se bien como tipógrafo que sólo se publica lo que conviene a las autoridades”.
Juan B. Tuesta Quintana protestó: “Pero no vamos a quedarnos en silencio. Aunque no se publique en los periódicos, algo tenemos que hacer para defender nuestros pisoteados derechos”.
Jorge Noriega Rengifo, secretario de la Corte Superior de Loreto, con su voz reposada de relator dijo: “La carta del señor Frías hace cargos a la institución, por lo tanto lo conveniente es que se pase un oficio al señor Prefecto, haciéndole recordar,(porque él debe saberlo, pues ha sido socio honorario nuestro), que esta institución no es de carácter político, haciéndole conocer cual ha sido su labor deportiva en 16 años de vida; haciéndole saber que nunca recibió ni menos pidió ayuda alguna a ninguna autoridad; haciéndole saber que cuando la Patria necesitó defender sus fronteras, han sido los del Athletic los primeros en presentarse a los cuarteles en 1910…”
Fue interrumpido por una salva de aplausos.
Su hermano Eduardo más combativo, volvió a intervenir: “Yo no estoy de acuerdo con el señor Noriega en dirigirnos al Prefecto. Opino que debemos esperar a que los hechos se produzcan.  Que clausuren el club, por la fuerza si se atreven. No debemos dar ninguna explicación ni dirigir ningún oficio”.
José Antonio Rengifo salió en su apoyo: “Yo pienso como el señor Eduardo Noriega. Basta que se trate de una imposición para que sea hiriente y ofensiva. En consecuencia debemos demostrar firmeza y hacernos tenaces en la lucha. Que el público vea que la juventud del José Pardo no se inmuta con amenazas y jamás aceptará una humillación o un vejamen de naturaleza tal como el cambiar su nombre. Un nombre que día a día va ganando en gloria y prestigio”.
Jorge Noriega insistió: “Todo lo que dice el señor Rengifo está bien, pero según se desprende del tenor de la carta, el Prefecto no permitirá  el funcionamiento del club mientras no se le cambie el nombre, y tendremos que llegar, con seguridad, al doloroso caso de ver clausurada nuestra querida institución, porque jamás aceptaremos el cambio de nombre. Por esto es preferible que lo clausuremos por nuestra propia voluntad, tomando las precauciones recomendadas por el señor presidente, para no correr el riesgo de perder lo que hemos ganado en 16 años de lucha”.
El debate fue amplio y sereno. Los asambleístas, opinando en uno u otro sentido, llegaron por votación al acuerdo final:
1. Antes de quitar nada del nombre del club, esperar a que la autoridad consume el delito de clausurarlo por la fuerza.
2. Salvar las existencias, debiendo encargarse del archivo de la institución el presidente, de los premios y biblioteca el tesorero, de los muebles enseres y gimnasio el señor Ernesto Díaz, debiendo efectuarse esto, después de recibida la respuesta del oficio al Prefecto.
3. Se designó a la señora Rosa de Celis, esposa del tesorero, depositaria del terreno de propiedad del club, lo que se hará por Escritura Pública, reconociéndola como única propietaria.
4. La comisión encargada de redactar el oficio al Prefecto estaría compuesta por los señores Jorge Noriega, Ladislao Serrón y José Antonio Rengifo.
5. La comisión encargada de entregarlo personalmente por los señores Manuel A. Machado Neves, José Antonio Rengifo y Ernesto Díaz.
Al aprobarse estos acuerdos Alfonso Bartra hizo constar:
“Yo fui contrario a la declaración del receso institucional porque como hombres libres y honorables, estamos en pleno goce de nuestros derechos cívicos y hubiera preferido que el abuso de la fuerza se ensañara contra el club y contra nosotros, para resistir, no como una muestra de rebeldía sino como una demostración de firmeza; pero, como atleta disciplinado, acato la resolución de la mayoría y pido que al cerrar nuestras puertas sea izada nuestra bandera al tope y así se mantenga hasta que sean reconquistados nuestros derechos ultrajados. Nadie se atreverá a bajarla y ella será el centinela de nuestros invencibles ideales”.
El oficio estaba concebido en los siguientes términos:

Señor General Prefecto del Departamento.
El suscrito, en su carácter de presidente de esta Institución, ha recibido el día de ayer, del señor Andrés Rodríguez Frías, actual secretario de la Prefectura, una nota fechada el 9 de setiembre, cuya copia adjunto.
En vista de la expresada nota, la Junta General en sesión celebrada anoche, acordó que me dirija a Ud. para manifestarle, que si bien es cierto que esta institución lleva el nombre de José Pardo, también es cierto que el grupo de estudiantes que la fundaron en el año 1,906, niños en ese entonces, no tuvieron absolutamente en cuenta los visos políticos que investía ese señor. Ese grupo, ahora convertido en juventud consciente, con sanos propósitos de cooperar al desarrollo moral y material de este departamento y con él al engrandecimiento de la patria, continua sosteniendo esa feliz idea, no con miras políticas, sino como recuerdo a la era de progreso que ha iniciado la organización de la instrucción obligatoria y por mantener latente la gratitud de un pueblo, virtudes que forman la tradición nacional y ejemplo de las generaciones futuras.
En cuanto a las inclinaciones políticas que se nos quiere atribuir en la referida nota, sin entrar en ninguna clase de detalles, manifestaré a Ud., que ello es inexacto, porque de los reglamentos que nos rigen, los que también le adjunto, se informará Ud., de los fines para que se fundó esta institución: el desarrollo físico y moral de la juventud para transformarle en hombres capaces de defender la integridad nacional con la seguridad del éxito.
No creo demás expresar a Ud., señor General Prefecto, que durante los dieciséis años de existencia que tiene este Centro, se han sucedido periodos de gobierno, sin que hayamos merecido de ninguno de ellos la menor atención; prueba evidente de que la institución que presido nunca se ha ocupado de cosas ajenas a los fines para que se fundó.
Me permito también recordar a Ud., que muchas veces, cuando usted Coronel, asistía a las fiestas, que una alegre juventud, pletórica de esperanzas y libre de prejuicios de razón de estado, daba en su local y en los campos deportivos, nos felicitaba en todas ellas por nuestros triunfos, revelando su entusiasmo, por lo que tuvimos el honor de considerarlo como uno de nuestras socios honorarios; y no creemos que hoy, pasados mas de tres lustros, vea en la existencia de una institución netamente deportiva, “un reto al estado de cosas establecido”
Esperando que el presente oficio tenga el honor de merecer respuesta, ofrezco a Ud. las consideraciones de mi particular deferencia.
Dios guarde a usted,
Ladislao Serrón.

La comisión encargada de entregar el oficio evacuó el siguiente informe:

Señor Presidente del Athletic Club José Pardo.
Los que suscriben, socios activos del club etc. etc. manifiestan:
1. Que entrevistados con el señor General Álvarez, se le expresó el objeto de la visita y entregó el oficio y un ejemplar de nuestros estatutos, en que estaban marcados con rojo los artículos 1, 2, 4, 12, 13, 18, 21, 53, y el decreto que pone en vigencia los mencionados Estatutos.
2. Que tan luego vio el General Álvarez el sello del club en los Estatutos y sobre el oficio, con el nombre del Dr. José Pardo, devolvió ambas cosas, ofreciendo quedarse con el oficio para conservarlo en su archivo particular, pero sin dar respuesta y recordándonos que ya en otra ocasión manifestó que no acepta relaciones con el club por el nombre que tiene.
3. Que nos sugirió la conveniencia de cambiar de nombre al club, con lo cual, según él, tendríamos todo el apoyo oficial que necesitáramos.
4. Que reconoce que tenemos el derecho de asociarnos sin alterar el orden público, pero, dadas las actuales circunstancias políticas, lanzábamos un reto al gobierno sosteniendo el nombre de la persona que tanto daño hace al país.
5. Que el club no podrá tomar parte en fiestas públicas u oficiales a las que él asista, ni manifestaciones de ningún género, porque en el acto impedirá que se realicen las primeras y mandará disolver las otras. 
6. Que tampoco vería con agrado que estas gestiones se lleven a la prensa y que si tal sucediera nos desmentiría oficialmente.
Combatidas una por una todas las objeciones del general Álvarez, nos repitió que él no autorizaba ni facultaba nada y terminó suplicándonos que no se vuelva a molestarlo más con este mismo tema.
En conclusión nuestra misión ha sido cumplida, aunque sin el éxito que era de esperar y por tal motivo corresponde al club tomar la determinación que mas convenga a sus interesas.
Es cuanto tenemos que informar en cumplimiento de nuestro deber.
Iquitos, 16 de setiembre de 1,922
José Antonio Rengifo, Ernesto Díaz, Manuel A. Machado.

Teniendo en cuenta la acordado en sesión del 11 de setiembre la junta directiva declaró en receso el club y el mismo 16 de setiembre se envió una nota al Secretario de la Prefectura que decía:
 
Señor Secretario de la Prefectura.
Don Andrés Rodríguez Frías.
Ciudad.
Cumplo con comunicar a Ud., que el club de mi presidencia en sesión de Junta Directiva celebrada ayer acordó declarar en receso esta Institución. 
Esperando que la presente merezca respuesta soy de Ud., atto. y S. S.
L. Serrón.
 
Al día siguiente, 17 de setiembre, un oficial de Policía con dos guardias que en aquel tiempo eran llamados “cachacos”, procedió a pasar cal sobre el nombre del club que ostentaba la fachada.
Pero, en la misma noche un grupo de socios, capitaneados por Documet y Rosell Santolaya, mientras unos permanecían al acecho en ambas esquinas  otros se dispusieron a lavar la cal, que aun estaba fresca; pero, apenas iniciado el trabajo se desató una fuerte lluvia que se encargó de hacerlo, apareciendo en el nuevo día el nombre con más claridad aún que antes.
Juan Larrañaga, relojero, adicto al régimen, que tenía su establecimiento en el frente, al abrir sus puertas por la mañana se dio cuenta de la inutilidad del trabajo de los guardias e informó de inmediato a sus jefes. 

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Dos días después otra cuadrilla encabezada esta vez por el capitulero Froilán Piro Armas, en la noche, como avergonzados de su acción, empleó alquitrán para borrar el nombre.
Pero parecía estar de Dios que no tuvieran éxito. Un grupo de socios entre ellos Gustavo Peláez, Juan Daniel Arévalo, Manuel Burga Soto, Rosell Santolaya, recibieron el aviso, estando en una fiesta que hacía don Antonio Bardalez, pasada ya la medianoche.
Inmediatamente salieron y al llegar frente al local se dieron con la ingrata vista de una mancha negra en lugar del nombre del club. Ya se habían sumado al grupo, Documet, Leoncio Burga, Eduardo Noriega, y algunos más cuyos nombres no hemos podido conseguir.
Introduciéndose por la reja que entonces servía de puerta al gimnasio, extrajeron la escalera de trepar. En la casa de un carpintero vecino consiguieron un par de botellas de aguarrás y despedazando un pantalón que Eduardo Noriega guardaba en el gimnasio para utilizarlo en los ejercicios, procedieron a limpiar el alquitrán, haciendo turnos y vigilando las bocacalles para evitar sorpresas.
En aquel tiempo, Iquitos, pasadas las doce de la noche casi no era transitado, y en cuanto a vigilancia, mejor que hoy, sólo se oía de tiempo en tiempo el triste silbido de los pitos, que inmóviles los “cachacos” en cada cuatro o cinco esquinas para no dormirse, hacían sonar.  
No fueron pues interrumpidos nuestros héroes en la fatigosa tarea.
Al amanecer todos estaban sucios y la fachada limpia como si nada hubiera sucedido, pues, hasta se dieron maña, para que el negro de las letras quedara mas nítido aprovechando el mismo alquitrán que los esbirros de Piro Armas habían utilizado, y cal, que alguien proveyó.
Este nuevo contraste a los planes de borrar el nombre del club, parece que desalentó a los interesados en desaparecerlo, pues nada por el estilo volvió a intentar.
El 21 de setiembre de 1,922 el Dos de Mayo, en sesión presidida por Sebastián Castro López, acordó por unanimidad, ceder su local, para el desarrollo de todas sus actividades institucionales y, declaró a todos los socios del José Pardo Socios Honorarios del Dos de Mayo.
Este gesto de confraternidad deportiva, que ponía de relieve la nobleza de sentimientos de los dirigentes y socios del Dos de Mayo, era la mejor prueba de que por encima de las mezquinas diferencias personales y la rivalidad y pugna que a veces llegaba al campo institucional, afloraba incontenible y en el momento propicio la lealtad y nobleza que son características del deportista.
En el acta de protesta suscrita por todos los socios, al declarar en receso el club, se comprometían a “guardar íntegros los sentimientos de compañerismo y amor institucional, demostrados en el pago en privado de las cuotas mensuales, para que al reabrirlo el día que las libertades constitucionales brillaran se dedicaran con más ahínco al fomento del deporte”, y hacían constar que “jamás solicitaron ni menos recibieron por influencias políticas apoyo alguno, desarrollando sus actividades sólo a expensas de los esfuerzos de los asociados, que siempre tuvieron a mengua pedir algo a los poderes públicos”.
Se designó al capitán Arístides Pachas, delegado especial ante el Supremo Gobierno, para que personalmente gestionara ante el Presidente Augusto B. Leguía la reapertura del club. Pachas aceptó la designación titulándola “honrosa” y manifestando que no omitiría esfuerzo alguno para llevarlo a feliz término.
Una comisión redactó un folleto que se tituló “EXPOSICION QUE EL ATHLETIC CLUB JOSE PARDO DE IQUITOS HACE A LA JUVENTUD DEPORTIVA DEL PERU”, texto en el que se hacía historia documentada de todos los acontecimientos y estaba firmado por todos los miembros de la directiva. 

Fuente: https://pacarmondixit.blogspot.com/2009/10/recordando-la-historia.html