La maloca de
Rubén
Alberto Chirif
El 9 de diciembre del año pasado, a unos dos
kilómetros del centro poblado El Estrecho ubicado en la margen derecha del río
Putumayo, se celebró el día central de la fiesta de inauguración de la maloca edificada por Rubén
Medina, un joven de origen huitoto que trabaja desde hace unos años en la
recuperación de la memoria tradicional de su pueblo. Es una hermosa
construcción, amplia y con el techo muy alto. Por sus dimensiones y buen
acabado considero que es la mejor que he visto en los años que conozco la zona.
Los preparativos de la fiesta habían comenzado hacía meses con la convocatoria
a los invitados y la asignación de las tareas que cada quien debía cumplir para
hacer posible su celebración. Durante los últimos tres días, Rubén Medina, como
dueño de maloca, con un pequeño grupo de allegados reflexionaron en reuniones
en el cocal sobre el significado de la fiesta que iba a realizarse.
Rubén Medina es una de esas personas que ha redescubierto
su identidad en condiciones por demás complicadas. A las dificultades que
implica asumirse como indígena en un país racista como el Perú, se ha sumado el
hecho de sus orígenes multiétnicos. Su padre es kukama y su madre, murui, una
variante de la lengua huitoto. Por el lado materno, su abuelo era murui y su
abuela maijuna, pueblo del tronco lingüístico Tucano Occidental. Actualmente, Rubén
estudia la lengua y cultura murui para poder desempeñar a cabalidad su
condición de jefe de maloca, la gran casa que para los Huitoto y otros pueblos representa
el centro ceremonial de reflexión y transmisión de la palabra de los ancestros.
Para este fin, Rubén se trasladó hace unos años de Iquitos a El Estrecho,
capital del distrito de Putumayo, en la frontera norte del Perú.
Sin embargo, asumir el rol de dueño de maloca sin
haber heredado la “palabra tradicional de su padre” (los conocimientos) le
quitaría legitimidad, por ser algo que no se ajusta a las normas de su cultura.
Al igual que muchos huitotos y personas de sociedades que siguen patrones
culturales similares para la construcción de malocas y celebración de fiestas,
se ha visto obligado a apelar a mecanismos que transgreden las normas tradicionales.
Es una paradoja que las personas deban infringir las normas para recuperar su
propia cultura.
Sobre este y otros temas he conversado con mi colega
Jorge Gasché quien desde hace 50 años está dedicado al estudio de la lengua y
la cultura de los Huitoto y a la devolución de esos conocimientos a jóvenes de
ese origen que, como Rubén Medina, los han perdido por los brutales trastornos
generados en su sociedad desde la época de explotación del caucho. Él ha
publicado un artículo sobre el hábitat huitoto, en el cual describe también la
arquitectura, los valores simbólicos y los espacios de la maloca.
Señala Gasché: Es
una iniciativa muy importante, sobre todo porque Rubén Medina sabe que no sabe.
Para realizarla él ha traído un conocedor de Colombia que le va a enseñar, a
fin de que él pueda cumplir cabalmente con todas las tareas, palabras, cantos,
etc. que pertenecen a la inauguración de la maloca.
Sobre esto y el significado de la maloca regreso más
adelante.
*****
El Estrecho ha sido siempre el centro urbano más
poblado del Putumayo peruano, el rio que marca la frontera noreste del Perú con
Colombia desde 1922, cuando ambos países suscribieron el Tratado
Salomón-Lozano. Hasta el 5 de mayo de 2014, El Estrecho fue uno de los
distritos de la provincia de Maynas. En esa fecha fue declarado capital de la nueva
provincia de Putumayo. Desde entonces, la asignación de mayores fondos por
parte del gobierno ha generado algunos cambios, a mi juicio no todos positivos.
Entre los que sí lo son está la creación de una oficina de migraciones, lo que
hace que viajeros procedentes de Colombia o Ecuador puedan legalizar de
inmediato su ingreso al país.
Los cambios que considero negativos son
lamentablemente los más visibles. Uno de ellos es la expansión irracional de
obras de ingeniería que solo valorizan el cemento y no dejan ni una maceta de área
verde. Es el caso de varias calles de El Estrecho que han sido pavimentadas sin
dejar espacio para árboles ni plantas; o de la Plaza de Armas, en la cual unas
inútiles columnas se levantan hasta cuatro metros del suelo, al parecer con la
única intención de aumentar la superficie de cemento más allá de los límites
impuestos por el perímetro de la explanada. Y esto tiene una explicación:
los criterios del Estado para establecer los valores de una obra ignoran las
áreas verdes o las construcciones que no se hagan con “materiales nobles”, por ejemplo, madera. Solo el fierro, el
cemento y los ladrillos están valorizados. En realidad hay otra razón más: la
dificultad de efectuar sisas bajo la mesa en la valorización de plantas y
árboles y la facilidad de hacerlo con los citados materiales.
Una manera silenciosa que tiene la población de
castigar a las autoridades que han prescindido de las áreas verdes al construir
las plazas es no asistir a ellas. Sospecho, sin embargo, que la soledad que
luce la plaza de El Estrecho durante el día es una forma de repudio demasiado
sutil que las necias autoridades municipales no logran entender. En estos
tiempos de alteraciones climáticas globales, debería hacerse estudios
específicos sobre esos cambios en espacios locales debidos a medidas como la
que comento.
No todos los cambios que ocurren en El Estrecho son
debidos a la mayor inversión pública. En la cuenca del Putumayo impera la
ilegalidad: extracción de madera, dragas que lavan oro en el cauce del río y
tráfico de drogas. En esto, en verdad no se diferencia mucho a lo que ocurre en
el resto del país, pero dado que el escenario es pequeño estas cosas se puede
ver con mayor facilidad. A fines de 2007 escribí un artículo que fue publicado
en boletines virtuales (www.viajerosperu.com
y www.servindi.org)
En el texto señalaba que la verdadera razón de la caída de Fujimori no habían
sido los famosos videos de su compinche Montesinos sino el abastecimiento de
armas a las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC), utilizando para
ello aviones de la Fuerza Aérea Peruana. Dado que las finanzas de esa
agrupación se basaban en el tráfico de drogas, era fácil colegir -seguía mi
reflexión- que el pago se hizo en especies o con dinero proveniente de esa actividad
ilícita. La afirmación me costó la incursión de actores anónimos –aunque imaginables-
que sustrajeron (es decir, robaron) el CPU de mi computadora de mesa y el
maletín que contenía una pequeña portátil. Diez años después del escrito y unos
17 desde el hecho central que relato, pienso que los ardores de los visitantes
nocturnos deben haberse aplacado y no buscarán repetirse el episodio. Espero no
equivocarme.
Para volver a El Estrecho debo decir que la
inversión privada se siente en la presencia de tres discotecas que, según los
lugareños, son, una, de un colombiano, otra de un oficial del Ejército y la
tercera de un morador local. Poca cosa por el momento, aunque los efectos
auditivos son devastadores, en especial los de la primera. De domingo a viernes
emite bulla hasta las12 de la noche, y los sábados hasta las 3 am, que son las
horas en que funciona la electricidad pública. Los pobladores, afirman que “ya
se han acostumbrado al ruido”. El jefe de la Comisaría me cuenta que él está
atado de manos porque se trata de una responsabilidad municipal, pero que el
alcalde no hace nada por solucionar el problema: “ni siquiera vive acá”, acota.
Muchachos y muchachas deambulan por los alrededores buscando alguna oportunidad
que, por el momento, no son muchas: una explosión eufórica producida por el
alcohol o una venta sexual al paso. Si las cosas avanzan ya vendrán otras, como
prostitución a tiempo completo y dedicación exclusiva; engrosar las filas de
los ocupados en actividades ilegales conocidas o iniciarse en algunas nuevas,
tal vez en el sicariato.
*****
La inauguración de la maloca siguió un protocolo
definido por Rubén Medina y sus allegados. El primero en dirigir la palabra a
los asistentes fue don Benjamín Rodríguez, presidente de la Federación de
Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (Feconafropu), fundada a finales
de la década de 1980. Él destacó el mérito de Medina, “un joven que desconocía sus orígenes pro que emprendió una reflexión
que le ha permitido reasumir su tradición. Considero que es un ejemplo para
todos los jóvenes. Hoy día es para reflexionar.
Los estudiantes -dijo-
tienen que conocer de dónde procedemos y
cómo hemos sido calificados. Nosotros, los dirigentes, sabemos que hemos tenido
muchos sufrimientos más que los que hemos visto hoy día –se refiere al
documental “Memorias del caucho”, dirigido por Wilton Martínez-. Jóvenes, investiguen. Van a ver el gran
sufrimiento que han tenido nuestros hermanos, nuestros antepasados. Quiero
recalcara a cada uno de los estudiante hoy día que lean, investiguen, porque lo
primero que tenemos que hacer nosotros, en vez de estar estudiando historias
ajenas, es estudiar nuestra propia historia primero para saber. Es cierto que
estamos en un mundo globalizado y por eso tenemos que saber también lo que pasa
en otras culturas, pero primero está nuestra cultura.
Terminó su intervención expresando su felicitación
“a los hermanos y hermanas que han colaborado con Rubén, por el enorme esfuerzo
que han hecho”.
Le siguió la hermana Ana Filiberta Lavado, “hermana
Lupita” como cariñosamente se la conoce en la zona, quien trabaja desde hace
muchos años en la Misión de los Franciscanos Canadienses de EL Estrecho y es
una incansable luchadora por los derechos de los pueblos indígenas de la cuenca.
Ella se refirió a la fiesta y a la importancia de la maloca: Nuestro hermano Rubén Medina, ¡tan lindo tu
corazón ha florecido! Se esforzó con alegría para poder tener la maloca. Todos
con el cariño unidos hoy. Es una fiesta importante en nuestra historia. Después
de tantas luchas que hemos hecho, nuevamente tenemos maloca. La cultura de
nuestra historia.
Hemos trabajado
en varios temas, en salud, en educación también, pero sin conocer mucho. Por
eso, al comienzo no entendíamos tanto. Pero después poco a poco hemos ido
organizando. Gracias a los antropólogos que han venido también, a Jorge Gasché,
a Alberto Chirif, después Marushka Kokrhaneky,
a Aidesep. Yo me he ido a buscarlos. ¡Vamos para que nos ayuden!, les he dicho.
Fueron luego invitados a hablar los cineastas que
filmaban la inauguración, Liliana Galván y Wilton Martínez, y el antropólogo
Alberto Chirif. Cerró las intervenciones el gestor de la iniciativa, Rubén
Medina.
Reproduzco pasajes de su intervención: Estoy muy
emocionado porque después de tantos años los pueblos indígenas nos volvemos a
encontrar en este espacio preparado para andar hacia el desarrollo propio como
pueblos indígenas
Hace un o dos años atrás esta iniciativa estaba en
la mente, en el pensamiento, y hoy ya es una realidad. Hemos hecho tanto
esfuerzo para poder tener este espacio, para poder recibir a nuestros hermanos
murui, boras, ocainas, tanto del lado peruano y colombiano. Hemos aportado a
este proyecto porque creemos que es el primer paso por donde tenemos que
empezar si queremos hablar de desarrollo propio. Empezar por lo nuestro.
Empezar a reconocer nuestra identidad cultural... de los niños y aportar por la
juventud.
Desde aquí, desde la maloca estoy convencido, estoy
seguro que con la ayuda de nuestros espíritus, nuestros ancestros, y de
nuestros tíos y abuelos que aún están vamos juntos a poder construir una
propuesta de desarrollo para nuestros pueblos.
Quiero agradecerle a las madres, a los padres a los
hijos, a los hermanos que han podido
colaborar de una u otra manera dando su tiempo, su esfuerzo. Quiero
agradecerle también a Liliana, mi señora, por comprenderme, por ayudarme, por
cada dia fortalecerme a pesar de las dificultades.
Quiero dejar bien claro que este es un propósito
desde la institución Curuinsi, una asociación que ha venido trabajando de
granitos de arena. Muchos al iniciar no han creído en este tema. Pero ahora es
una realidad y esta maloca queda para el servicio de los pueblos indígenas
murui, bora y ocaina. Creo que esto ya se ha cumplido y de aquí para adelante
hay un reto, más que todo: trabajar para recuperar nuestro idioma. En el
Putumayo no encontramos jóvenes que estén hablando nuestro idioma. Mayormente
encontramos jóvenes que han perdido su identidad pero no es porque así lo han
querido, sino porque la sociedad nos oprime, nos discrimina, nos margina.
Pensando que esto es de lo pasado, de lo antiguo,
por lo tanto nos avergonzábamos porque tampoco conocíamos. Para esto es este
espacio, para fortalecer nuestra identidad como pueblos indígenas y juntos
poder buscar un porvenir para el desarrollo de nuestra comunidad, para nuestro
pueblo, para nuestro país, para el mundo. Si perdemos nuestro idioma estamos
perdiendo muchísimos conocimientos, conocimientos que pueden contribuir al
desarrollo y la solución de nuestros problemas sociales a nivel mundial. Pero
estamos dando el primer paso hacia ese camino.
Finalmente quiero desear a Wilton [Martínez], a Iliana [Galván] que están presentes
aquí filmando este acto que va a evidenciar este día histórico para los niños
en el futuro. Quiero agradecer a Alberto Chirif por su tiempo de venir desde
tan lejos hasta El Estrecho y compartir sus conocimientos con ustedes. También
quiero agradecer a Jorge Gasché, un profesional que ha acompañado muy cerca los
pueblos indígenas, muy comprometido, y ha trabajado mucho con nosotros. Más de
30, 40 años ha dedicado su vida en investigación, en el trabajo lingüístico con
el pueblo murui, de lo cual nosotros estamos muy agradecidos porque nos permite
estudiarlo con más facilidad. A la hermana Ana Filiberta Lavado, la hermana
“Lupita”, también por su esfuerzo, por su dedicación de tantos años hacia los
pueblos indígenas, hacia las organizaciones indígenas a fin de fortalecerlas.
Finalmente agradecer a todos los hermanos y hermanas
que han venido de tan lejos, desde Chorrera, Paloma, Cabello, Arica, Nueva
Unión, Cartagena, Reforma, y a los hermanos del Caraparaná, de San José, El
Encanto, San Rafael, Puerto Belén que ahora se encuentran acá con un solo
propósito. A todos ustedes mil gracias y estamos aquí para demostrar que aún
los pueblos indígenas seguimos existiendo a pesar del horrendo y cruel y oscuro
proceso de la época del caucho, aún seguimos siendo tan fuertes y reivindicamos
en este momento nuestra identidad. Queremos seguir siendo pueblos con
identidad, con nuestros valores sociales y por eso estamos acá. Creo que era
muy importante que los jóvenes reaccionemos y recapacitemos frente a esto.
Porque ya no vamos a esperar que otros vengan a hacer por nosotros. Nos toca a
nosotros, y esto es lo que estamos haciendo.
La maloca y su
significado
La maloca es comúnmente definida como “casa”, pero
en verdad es mucho más que un lugar habitado por personas. Entrevisto a Jorge
Gasché sobre el tema.
La maloca
–me dice Gasché- representa dos universos
huitoto. Uno es que es homóloga al cuerpo humano. El triángulo del techo es la
cara, los costados son los hombros. La maloca presenta la imagen de una persona
acurrucada con la cara hacia arriba. Hay algunos que dicen que es una
combinación de hombre y mujer, el hombre encima de la mujer en la cópula. La otra
visión es que la maloca representa también el universo. La maloca es iko,
término que designa aquello que tiene forma de bóveda, que es igual que el
cielo. La lengua huitoto establece la asociación. Maloca es ailloko, casa
grande: aillo, casa, ko, bóveda. Cada parte de la maloca simboliza una parte
del universo. El techo es la bóveda. Entonces la maloca es la representación en
miniatura del Universo, y el dueño de la maloca y del baile, que está sentado
en la parte del fondo, ocupa el sitio del creador del Universo que está ubicado
en el este, donde se levanta el sol. Ahí está sentado el creador Mo Buinaima,
el padre creador.
La maloca tiene
una orientación, generalmente este a oeste, y tiene dos puertas. La principal
da al oeste, pero el asiento del creador está en el este. Las puertas se
distinguen por su tamaño, la perfección de la cerradura, la puerta que se puede
cerrar. Los bailarines entran por la puerta principal que es la del oeste.
Lo que sigue es también producto de la conversación
con Gasché.
Las fiestas reviven actos primordiales de la
creación, el gesto de la creación por el padre creador Moo Buinaima. El padre con su palabra ha creado el mundo,
encarnándose en las cosas de este mundo. Cada fiesta retoma ese proceso. Cada
maloca tiene su dueño y el dueño tiene una carrera que corresponde a la
jerarquía que instauró el padre creador entre sus hijos. El primogénito es el
sucesor del padre y al mismo tiempo representa al padre creador. Él es dueño
del baile del lladiko que es la boa y
el palo de baile. Es el símbolo del padre creador, de su palabra que es larga
como la boa. El segundo es el sɨkɨi
baile de marona o guadua, última
fiesta del ciclo de inauguración de la casa nueva. Para los Huitoto, esta
fiesta está asociada al manguaré, ya que en el transcurso de la carrera el
dueño de la fiesta manda a su socio a traer troncos de madera de los que este
fabrica el manguaré y, luego de terminarlo, celebra la fiesta de inauguración
del manguaré.
Las
carreras ceremoniales huitoto que incumben a los hijos menores cuando quieren
hacer su propia fiesta en la maloca del padre o desean separarse para fundar su
propia unidad doméstica son menisaɨ y lluakɨ. El atributo ritual de menisaɨ es un instrumento musical que
consiste en una caparazón de tortuga ullomeniño
(Phrynops rufipes), cuya abertura del
cuello, untada con un tipo de brea, al ser
frotada con la mano produce un chillido. El atributo de la carrera de lluakɨ es la pelota (uuikɨ), que representa el corazón del
creador, con la cual se celebra la fiesta llamada uuikɨ.
--------------
Quiero
cerrar este texto citando un párrafo del artículo de Jorge Gasché “La Gente del
Centro y los impactos del caucho” (publicado en Chirif, Alberto, Después del Caucho. Lluvia Editores,
CAAAP, IWGIA e IBC. Lima, 2017, ver pp. 59-60) que pone en relieve la lógica de
funcionamiento de las “sociedades del centro” (huitoto, bora, Ocaina y otras),
donde lo más importante no es acumular productos sino distribuirlos en las fiestas,
y con ello tejer una red de relaciones entre diferentes malocas.
Al inicio de una carrera ceremonial, la gente de un linaje
hace su propia maloca y celebra en ella fiestas modestas. Si se trata de la
carrera de lladiko, los habitantes de la maloca consiguen una viga de baile
(llamada entonces HT [huitoto] neediko, BO [bora] tóóllíɨwa, OC [ocaina] ñijívica,
RE [resígaro] dyúíshigú de madera
ordinaria y hacen bailar a los invitados sobre ella. Recién cuando el joven
dueño de baile tiene más experiencia y más mano de obra, manda a su socio a
construir su maloca y, luego, a buscar el tronco de madera dura y duradera para
tallar la viga de baile. Como en el caso del manguaré encargado al socio, la
maloca hecha por el socio y la viga de baile traída por él dan al dueño de
baile, a su maloca y a sus accesorios su pleno prestigio. Solo tiene valor
social lo que “otro” ha hecho para uno y lo que se ha pagado públicamente en el
intercambio ritual, es decir, lo que manifiesta la capacidad de un jefe de
convocar y coordinar -mediante sus parientes, aliados matrimoniales y
ceremoniales, sus prestaciones materiales y su conocimiento formalizado en
discursos rituales- mayor cantidad de mano de obra y de invitados. Lo que uno
mismo puede hacer y hace, en el ámbito de la sola unidad doméstica, no tiene
peso social, no es lo propio o verdadero. Con eso comprendemos que “sociedad”
para la Gente del Centro no es, en primera instancia y según los valores
predominantes, lo que une a las personas dentro de una maloca, sino el conjunto
de las relaciones sociales entre malocas que el dueño de una maloca puede
movilizar en una fiesta, y que vinculan a todas las malocas del territorio en
una red de alianzas linajeras, matrimoniales y ceremoniales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario