A raíz del
discurso del antropólogo Jean Pierre Chaumeil, el 14 de julio de 2017, en la
sesión inaugural de la XI Conferencia de la Asociación SALSA (Society for the Anthropology of Lowland South America),
que tuvo lugar en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en el que
formuló duras críticas contra los antropólogos amazonistas peruanos y demostró
desdén por su trabajo, un grupo de colegas presentamos un documento de respuesta
que circuló en diversos medios virtuales. Más adelante, luego que se unieron a
dicho grupo nuevas personas, este acordó enviar un documento similar al editor
de Tipití, órgano de expresión de SALSA.
William
Fisher, editor de Tipití, aceptó publicar la carta, siempre y cuando fuera
acompañada del texto del discurso inaugural del Dr. Chaumeil, cosa que nosotros
aceptamos. Recién diez meses más tarde el Dr. Chaumeil envió el texto
prometido. Con sorpresa, los abajo firmantes comprobamos que el texto que entregó
no corresponde ni con el contenido ni con el tenor de lo que realmente dijo,
sino que lo ha cambiado para apaciguar a los críticos y dejar sin sustento
nuestros argumentos.
Después de
intercambiar numerosos mensajes con el Dr. Fisher, y en vista de la negativa
del Dr. Chaumeil de enviar un texto que fuera copia fiel de su discurso, el
grupo acordó pedirle al editor de Tipití no publicar el texto del discurso
modificado y solo publicar nuestra carta. Luego de una espera de dos
semanas, y ante la falta de respuesta por parte del Dr. Fisher. Ante la no aceptación de esta fórmula por parte del
Dr. Fisher, el grupo tomó la decisión de retirar su carta y difundirla en otros
medios.
A
continuación, el contenido de dicha carta.
*****
El 14 de julio pasado, en la Universidad Católica
del Perú, el antropólogo Jean Pierre Chaumeil dio el discurso inaugural de la
XI Conferencia de la asociación SALSA (Society
for the Anthropology of Lowland South America). Lo que sigue a
continuación es una respuesta a dicha charla que los firmantes del presente
documento sentimos necesario expresar, basándonos en la revisión de la pauta
escrita de dicho discurso y en el audio. Nos limitaremos a comentar solo
algunos temas.
En primer lugar, rechazamos el que JP Chaumeil haga
una evaluación negativa de la antropología peruana tomando como referente los
parámetros de la antropología académica. Creemos que la antropología académica
es una entre muchas otras formas de hacer antropología y que las diversas realidades
nacionales requieren de diferentes tipos de antropología y diferentes tipos de
antropólogos. La antropología académica, nacida de la necesidad de las
potencias coloniales europeas de controlar a los pueblos subordinados, no puede
constituirse en referente único para medir la productividad, eficacia o éxito
de la antropología en aquellos países que fueron antiguas colonias.
En segundo lugar, creemos que la separación que JP
Chaumeil hace entre antropólogos “peruanistas” y “peruanos” demuestra la
lamentable actitud colonial de un “peruanista” que pretende que los problemas
de la profesión listados en su charla no atañen a la antropología hecha en el
Perú por los extranjeros, como él. Creemos que su posición en el prestigioso
Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) no le otorga el monopolio
del pensamiento crítico ni el derecho de menospreciar públicamente los
esfuerzos de antropólogos (independientemente de su nacionalidad) que encaran
el reto de hacer de la antropología una profesión vital, involucrada con los
procesos políticos y sociales de la Amazonía en el Perú.
En tercer lugar, rechazamos la afirmación de que la antropología amazónica hecha en el
Perú por los peruanos “ha asumido y asume la agenda y las prioridades
inmediatas del Estado que es la instancia que indica lo que se debe estudiar y
analiza en función de sus intereses y preocupaciones del momento”. Rechazamos
que se coloque en el mismo costal a todos los antropólogos que no se dedican a
hacer estudios académicos y que, según él, ejercen una “antropología
instrumental” para ponerse “al servicio del Estado o de las empresas privadas”.
Esta es una generalización inaceptable. No es lo mismo actuar como
“relacionista comunitario” para una empresa petrolera o minera, tratando de privar
a los indígenas de sus territorios, su libertad y su vida a cambio de unos
pocos beneficios, que trabajar con el Estado para dar cumplimiento a derechos
reconocidos a los pueblos indígenas, en los campos de territorio, la educación,
la salud u otros; o trabajar con alguna ONG (trabajo que también él considera
en la misma categoría de “instrumental”) para denunciar al Estado por incumplir
sus obligaciones con los pueblos indígenas. ¿No debería más bien incluir en
esta categoría a aquellos antropólogos, extranjeros o nacionales, poco importa,
que usan a los indígenas como objetos de estudio para hacer tesis y
publicaciones con las cuales ganan luego una cátedra, o un puesto público en sus países o en
organismos internacionales, sin volver a aparecer por las comunidades de las
que extrajeron información?
Nosotros hemos
cuestionado en el campo de la defensa de los derechos indígenas a los antropólogos
que cumplen el rol de facilitar la entrada de las empresas a territorios
indígenas, haciendo aparecer la labor de estas como benéfica y ocultando los
graves riesgos que su actuación acarrea para la alimentación, salud y bienestar
general de la población. Cuestionamos también a las universidades que, con
“visión práctica”, forman hoy a antropólogos para que trabajen en el futuro
como relacionistas comunitarios de empresas extractivas. Los hemos confrontado
en el terreno de los hechos. No obstante, Chaumeil solo lo hace en discursos
para académicos que, en su mayoría, deben quedar totalmente confundidos por no
saber exactamente de qué se trata
Finalmente, rechazamos las apreciaciones de Chaumeil
sobre los procesos de titulación y defensa de los derechos territoriales
indígenas. Refiriéndose a la Ley de Comunidades Nativas de 1974, Chaumeil
afirma: “Fuerza es de constatar que 40 años después, los proyectos sobre los
derechos territoriales indígenas se orientan hacia el concepto de ‘territorio
integral’ para tratar de reconstruir o reunificar lo que la ley de 1974 hubiera
parcelizado [parcelado] o fragmentado”. El
verbo “hubiera” se presta a confusiones porque sugiere posibilidad, cuando en
realidad lo que el autor quiere decir es que esa ley parceló o fragmentó los
territorios indígenas. Esta afirmación no es cierta y ha sido extensamente
desmentida en varios escritos.
Las llamadas comunidades nativas son consecuencia de
agrupaciones generadas por dinámicas sociales y políticas que empezaron en la
Colonia y que continuaron y se acentuaron durante la República. Para referirnos
solo a este último periodo hay que decir que dichas comunidades son reducciones
creadas por la acción de misioneros desde los primeros años del siglo XX; de la
colonización andina sobre tierras amazónicas que obligó a la población local a
concentrarse en pequeñas islas; de patrones dedicados a la extracción de
recursos y a actividades agrícolas en pequeñas escala, quienes concentraron
indígenas para utilizarlos como mano de obra, algunos de ellos trasladados de
muy lejos (por ejemplo, los de la margen derecha del Putumayo y de la cuenca
del Ampiyacu que fueron traídos desde Colombia); y, a partir de la década de
1950, de la expansión del sistema de escuelas, a raíz de la firma de un
convenio con ese fin entre el Estado peruano y el Instituto Lingüístico de
Verano (ILV). Después de la segunda mitad del siglo XX, atraídos por la ilusión
de estar más cerca de la ciudad y del mercado, nuevas concentraciones de
población indígena se han dado a lo largo de los ríos y de las carreteras que
han sido construidas en la región por el Estado y por extractores madereros y
practicantes de otras actividades ilegales. En ese mismo tiempo, se han
efectuado importantes concentraciones de población indígena en ciudades, no
solo de la región amazónica sino también de la capital peruana, Lima.
Al aprobarse la ley de comunidades nativas en 1974, no
existían organizaciones indígenas que plantearan la reivindicación de
territorios integrales. Más aun, no existía ese discurso en el panorama
político. Al mismo tiempo, el aislamiento en que había quedado gran parte de la
población indígena, rodeada de colonos, habría hecho imposible en muchos
lugares las propuestas de territorio integral.
Las
comunidades nativas deben ser consideradas como un paso importante dado en una
época determinada para salvar los derechos territoriales indígenas. Constituyen
un foco de resistencia importante de derechos territoriales, como lo demuestran
las maniobras de diversos gobiernos para tratar de liquidarlas.
Desde la
legalización de las comunidades hasta ahora, nuevas reflexiones han hecho
posible que en algunas zonas (otras están irremediablemente perdidas por avance
de inmigrantes andinos o por cesión de derechos de las comunidades a los colonos:
alquiler de sus tierras y otros), las organizaciones indígenas puedan plantear
alternativas para avanzar en la recomposición de sus derechos territoriales. Estas
alternativas responden a procesos que se han realizado con el concurso de “antropólogos
instrumentales” (de un cierto tipo, debemos decir) y de otros profesionales que
han entregado lo mejor de sus esfuerzos a esa causa. La propuesta de la nación
Wampis es consecuencia de este largo tránsito.
Al concluir
su charla inaugural, JP Chaumeil se mostró clemente y decidió mencionar algunos
logros para levantar un poco los ánimos ante tan triste retrato. Después de un
sintético “pero no seamos tan pesimistas”, pasó a citar rápidamente algunas
“expectativas y esperanzas” de que la “bella durmiente” (una frase tomada de
Carlos Iván Degregori) de la antropología amazónica peruana pudiese despertarse
con el beso de su charla inaugural. Desde su torre de cristal (que afirma que
la academia es el único lugar digno de hacer antropología), él, evidentemente,
no ha podido percibir que la bella ya está despierta y que el príncipe que la
besó no fue un “peruanista”. En los últimos años, la antropología peruana en la
Amazonía ha generado algo único y quienes la están haciendo no son antropólogos
stricto sensu. Son las mujeres y los
hombres de los pueblos amazónicos que han tomado la iniciativa de mostrarnos su
pensamiento sobre la historia, la política y la propia antropología por medio
de imágenes y narraciones totalmente novedosas. La fuerza de esta nueva antropología
propiamente amazónica reside justamente en el hecho de que está fuera de la
academia y que su originalidad no se ciñe a defender tesis y escribir tratados cartesianos.
No solo se trata de un nuevo arte amazónico (objeto de estudio de los
antropólogos), sino de un cambio radical de posiciones y medios de expresión y
creación. Quien está estudiando y retratando al otro ahora son los pensadores
indígenas y su reflexión sobre ellos mismos y nosotros es una fuente de
renovación para toda la disciplina antropológica, en el Perú y en cualquier
otro país.
mayo, 2018
Alberto Chirif
Fernando Santos
Frederica Barclay
Ismael Vega
Lelis Rivera
Lucy Trapnell
Luisa Elvira Belaunde
Jaime Regan
Stefano Varese
Ref: https://escuchalacalle.blogspot.com/2017/08/antropologos-peruanistas-y-peruanos.html
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