martes, 13 de marzo de 2012

NOTAS SOBRE EL HABLA DE LORETO

El siguiente es un artículo publicado en el semanario KANATARI que edita el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonia, escrito por el querido y recordado P. Jose María Arroyo.
Foto: DR


NOTAS SOBRE EL HABLA DE LORETO II
José María Arroyo Arroyo

He intentado en mi anterior artículo seguir el hilo por el laberinto lingüístico de la selva. El interés de este recorrido histórico radicaba en la búsqueda de un dato preciso: la implantación del castellano en la selva. Vano empeño. Y justamente por la carencia de «datos» que documenten el proceso gradual de implantación del castellano en las variadas y abundantes comunidades lingüísticas de la selva. El castellano aparece en la selva como una explosión, bruscamente, sin prehistoria. Una repulsa natural se levanta frente a esta explicación, pero es tal la desvalidez de razones que no hay base para arriesgar una teoría aceptable sobre esta materia. Inútil buscar la sucesión gradual. No la hay. O al menos no hay los documentos históricos con los que constatar la evolución de un proceso normal que se inicie con la introducción del castellano, enlace con su evolución y expansión escalonadas y se cierra con la apoteosis final de su enseñoramiento en la selva. Nada de eso. El fenómeno del castellano es una «epifanía» sin «navidad». Es la erupción súbita de un volcán lingüístico que entra en actividad. Pugné, en el artículo anterior por llegar al origen remoto. No alcancé la consecución. Me he dado con la desconcertante paradoja de que salí a la búsqueda del castellano y fue él quien vino a mi encuentro. Es lástima, porque hay una serie de hechos lingüísticos que, me parece, sólo hallan explicación plausible en el hecho de la evolución histórica del castellano. El habla es la realización de la lengua y, como tal, está sometida a una constante oleada de cambios. El único medio de constatación de esas mutaciones es el dato histórico, cabalmente lo que no poseemos. Es verdad que al lingüista por sobre cualquier otra preocupación le interesa el habla actual, viviente, dinámica, cambiante, lo que Saussure llamó técnicamente sincronía, pero no es menos verdad que esta actualidad, esta sincronía, se apoya con frecuencia en el pasado, en la diacronía, también término saussuriano, y que por ella se aclaran multiplicidad de hechos indisolublemente vinculados con el proceso histórico.

Por ejemplo, hacia el final del artículo anterior, transcribía una cita de una crónica misionera de la hoy Amazonía Colombiana, que pone en boca de una mujer nativa estos enunciados:

«Ahí no tiene; ese Marcos descontando deuda, allá lejos cauchando en la Quebrada Sencella. Trabajoso será encontrado, ¿quién será buscado dentro del monte?,

y glosaba por mi cuenta que estas expresiones parecen extraídas «de las razones del vizcaíno del Quijote».

En efecto en el capítulo VIII de la Primera parte del Quijote, poco después de relatar la conocida aventura de los molinos de viento, arroja Cervantes a don Quijote a otra descomunal aventura en la que es actor principal un vizcaíno al que introduce así Cervantes en el lance;

«Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo en mala lengua castellana y peor vizcaína, de esta manera:

– Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaino.
Entendióle muy bien don Quijote y con mucho sosiego le respondió:

– Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.
A lo cual replicó el vizcaíno:

¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira sí otra dices cosa».

Estas son las famosas «razones» alegadas que confirman el célebre dicho tan usado en España de «concordancia vizcaína», para aludir a la sintaxis incorrecta que puede tornar la frase ambigua o defectuosa. He subrayado por mi cuenta los dichos más pintorescos y, de pasada, advertiré que he respetado la trascripción de la edición del Quijote que manejo, la de Mateu de Barcelona, ilustrada por Dalí, pero que probablemente de la pluma de Cervantes brotó la palabra vizcaino, sin acento, forma grata a la fonética éuskara. También de pasada, me place citar la anécdota que vivió un amigo en un pueblecito de la provincia de Vizcaya. En el cementerio del pueblo había una inscripción en vascuense. Pidió a un muchacho se la tradujera, y para perplejidad de mi amigo, el muchacho glosó estas originales «razones»:
«Yo era, y luego ya no era, y tú eras, y luego ya no eras». Más tarde supo de boca del maestro del pueblo que la inscripción de marras decía: «Lo que eres fui, lo que soy serás», muy lejos del galimatías del yo era, tú eras etc.

Pues bien, entre las razones del vizcaíno quijotesco, las del muchacho del pueblecito de Vizcaya y las de la nativa colombiana de la crónica misionera, media una distancia de siglos, sin embargo la estructura lingüística es muy similar. En los tres casos, tres hablantes distintos, en trance de comunicación, han puesto en acción los mecanismos adecuados para generar oraciones, deficientemente formadas, pero que funcionan dentro de un sistema. De hecho, Cervantes anota con acierto que «entendióle muy bien don Quijote», vale decir, que en este circuito de la comunicación hablante oyente, ambos tienen un conocimiento del sistema que les permite utilizarlo. Empleando la fórmula de la terminología de Chomsky, en los tres casos se ha dado la dualidad COMPETENCEPERFORMANCE, los tres hablantes han hecho gala de la APTITUD que poseen para el conocimiento de la lengua y de su DESEMPEÑO en la producción de enunciados concretos. Con todo, estimo que existe una diferencia sustancial en los tres casos citados. Interesa destacar el que concierne a la nativa de la Amazonía. El castellano no era su lengua materna, ignoramos cómo llegó a aprenderlo, desconocemos el proceso evolutivo del castellano en ella y sus descendientes hasta llegar al olvido total de su lengua materna y adopción como nueva lengua materna del castellano, fenómeno corriente en numerosas tribus. Y por último, con muchas dificultades podemos rastrear las influencias lingüísticas y extra-lingüísticas que sobre ella y sus descendientes actuaron para que el castellano adoptara las formas dialectales que hoy encontramos. Al carecer de datos que esclarezcan éstos y otros muchos interrogantes, tenemos que resignarnos a aceptar el hecho consumado de que la aparición repentina del castellano en la selva es un hecho súbito, sin antecedentes.

Por lo demás, parece que este fenómeno es extensible a toda la América de habla hispana. Los dialectólogos y los estudiosos de la historia de la lengua, por lo general, se desentienden del problema y arrancan sin más preámbulos del estudio de las diferencias dialectales.

Tal es el caso de Rafael Lapesa. En su Historia de la Lengua Española afirma que «el español de América es una lengua extendida por la colonización; y ésta se inició cuando el idioma había consolidado sus caracteres esenciales y se hallaba próximo a la madurez. Ahora bien, lo llevaron a Indias gentes de abigarrada procedencia y desigual cultura; en la constitución de la sociedad colonial tuvo cabida el elemento indígena que aprendió de sus señores, y más aún de los misioneros, la lengua española, modificándola en mayor o menor grado, según los hábitos de la pronunciación nativa, o conservó sus idiomas originarios, con progresiva infiltración de hispanismos; durante cuatro centurias, la constante afluencia de emigrados ha podido introducir innovaciones». Demasiadas generalizaciones, demasiadas hipótesis y ninguna apunta a la raíz del problema. Con afirmar que el elemento indígena la «aprendió de sus señores, y más aún de los misioneros», se abarca tanto que no se aprieta nada. Hemos visto cómo en la selva los únicos que enseñaron el castellano fueron los misioneros. Hemos visto también cómo los jesuitas en particular se esforzaron por implantar el quechua como «lingua franca» en la selva. Sin embargo, hemos podido comprobar el escaso éxito que lograron tras siglos de paciente y continua labor docente. No obstante, pocos años después de la Emancipación, y muy singularmente al advenir el caucho, el castellano se difunde vertiginosamente. No es satisfactoria la aclaración del fenómeno migratorio. Los inmigrantes proceden de naciones y hablas muy diversas. Mal podían difundir ellos una lengua o que les era ajena, o que hablaban defectuosamente. De manera que con todas las afirmaciones del profesor Lapesa el problema está aún intacto. El propio Lapesa, líneas adelante, reconoce que «el estudio del español de América está, por tanto erizado de problemas». Algo es algo. Por ahí tenemos que principiar. Y esos problemas son aún más espinosos si, según el testimonio de Marcelino C. Peñuelas, lo llevamos a la América de habla inglesa. En su libro Lo español en el suroeste de los Estados Unidos, describe una visita al poblado indígena de Taos, no lejos de Santa Fe, Nuevo Méjico, con morosa delectación: «A la entrada del pueblo, uno de los indios le cobrará una pequeña cantidad que pagará con gusto al enterarse que es una de las principales fuentes de ingreso que hoy tiene Taos. Aumentará, si cabe, su sorpresa, mezclada en este caso con un poco de orgullo, cuando descubra que puede hablar en español mucho mejor que en inglés, con estos indígenas, un español arcaico y pintoresco mezclado con su lengua milenaria. Y, sobre todo, al enterarse que su interlocutor se llama Epifanio Luján o Francisco Amaya. Lo mismo le ocurrirá con los otros grupos indígenas del Suroeste, todos los cuales siguen hablando español». ¿Cuál ha sido la fuerza telúrica del castellano para lograr una hazaña tan portentosa? Por ello, Lapesa, como abrumado por la magnitud del problema, lo soslaya puntualizando que la aclaración total del mismo «no será posible sin conocer detalladamente el origen regional de conquistadores y primeros colonos de cada país, sus relaciones con los indios, el desarrollo del mestizaje, las inmigraciones posteriores y la acción de la cultura y de la administración durante el período colonial y el siglo XIX». En suma, que el ilustre académico, a vueltas de muchos circunloquios, viene a confesar que está casi todo por hacer. Intentemos hacer algo.

Niveles del habla de Loreto

Para un análisis de las peculiaridades del habla de Loreto, me parece lo más adecuado abordarlo en un comienzo, partiendo de los niveles que se presentan a la primera observación. Ellos son el nivel culto y el nivel popular. No es la intención establecer categorías sociales, pero infortunadamente, es muy posible que a lo largo de la exposición, asomen indicios de la realidad social y que la interpretación de esos indicios sea ligera o superficial. El propósito es hacer un estudio del habla tal como se manifiesta al observador, y las connotaciones extra-lingüísticas que surjan en torno al tema son, por el momento, tangenciales.

Nivel Culto

Es notorio que existe un indeterminado número de personas que han adquirido cierto grado de instrucción y que esa instrucción se pone de manifiesto a través del habla. Esas personas han adquirido ciertos conocimientos de gramática, es decir, poseen relativos conocimientos del sistema al que deben ajustar las expresiones para producir y transmitir mensajes. Es claro que entre estas personas y las que carecen de esos conocimientos debe existir alguna diferencia. Por esto, para diferenciar a unos hablantes de otros, utilizo las fórmulas culto y popular que, por lo demás, es una nomenclatura bastante difundida en los tratados de lingüística. No se pretende contraponer un grupo al otro y mucho menos exaltar al uno con desmedro del otro. Esta clasificación tiene un fin meramente didáctico, es un tanto artificiosa y no muy exacta sobre todo desde el punto de vista antropológico, pero de alguna forma hemos de clasificar ambas realidades. A lo largo de esta exposición podrá estimarse la valoración que de ambos hacemos.

Características del habla culta

Donde más se aprecian las peculiaridades del habla culta es en los escritos y en determinados momentos de ceremoniosas formalidades. Es cierto que nadie, o casi nadie escribe como habla. La lengua escrita es más cuidada, como es lógico. Pero en Loreto se llevan las diferencias al extremo.

Veamos un ejemplo tomado del diario «El Oriente» de fecha 26 de marzo de 1976. Lo transcribo sin corrección alguna tal como apareció en el periódico, sin rectificar siquiera lo que piadosamente calificaremos como error tipográfico:

Mensaje del Concejo Provincial de Maynas

En el 43 aniversario de la inmolación por la Patria de Sgto. 2do.

«FERNANDO LORES TANAZOA»
Dignas autoridades:
Pueblo de Loreto y del Perú:

El Concejo provincial de Maynas, auténtico representante del valeroso pueblo de Loreto, hace llegar, desde este lugar de honor, su mensaje de justo reconocimiento a la gloria del más grande héroe combatiente de nuestra tierra, Sgto. 2do. Fernando Lores Tenazoa, al conmemorarse el día 26 de marzo de 1976 el 43 aniversario de su inmolación por la patria.

Lores, regresó a su pueblo por un camino más corto que aquel que lo llevó a la Frontera. Volvió en alas de la gloria rumbo a la inmortalidad, lo recibió la nacionalidad entera en su gran corazón; pero de un modo particular más íntimo, más vivrante; el alma de un pueblo, regresaba como héroe y se combertía en un símbolo.

RECORDEMOS: allá por el año de 1933, en Iquitos, árbol de la Esperanza se ve azotado por fuertes vientos que proceden de Gueppí y una a una las ramas se doblan y quiebran, con el desgarramiento valeroso de las dificultades, los pueblos de frontera, serán siempre los pueblos héroes en las contiendas internacionales, porque los acontecimientos encuentran en su corazón el eco inmediato de todas sus reacciones. El pueblo de Loreto en los años 19321933 fue el pueblosoldado, estubo con la mochila a la espalda, el fusil en la mano y la fe en el corazón, Leticia fue el punto inicial en el acceso de la esperanza popular que hoy caía bruscamente con el resultado de Gueppí.

Convertido en un enorme corazón acongojado, la ciudadanía dobló la cabeza sobre el pecho y caminó pesadamente, como si el temor de inmediatas contingencias lo obligaría a la resignación. Y así hubiera seguido mucho tiempo a la espera de la guerra diplomática, si un nombre no hubiese venido a quitar la nostalgia de su corazón, haciendo que sus fibras se extendieran al máximo al llenarse de orgullo.

¡Ese Nombre fué LORES...!

Las versiones colombianas primero; y luego la confirmación de los sobrevívientes del grupo heroico que sirvió a la artillería bruja, llenaron de satisfacción hasta el último rincón de la conciencia Loretana, un hijo del Pueblo, el muchacho humilde del Jirón Pastaza había caído en la lucha ganando la admiración de los propios soldados adversarios, uno de ellos decía que era digno de un canto homérico.

Es por eso el Concejo Privincial de Maynas, todo el pueblo de Loreto y la nación entera, rinde un justo homenaje en memoria al más grande héroe de nuestro Ejército.

OFICINA DE RELACIONES PUBLICAS DEL CONCEJO PROVINCIAL DL MAYNAS.

Hasta aquí el asendereado mensaje. Trabajo me ha dado el transcribirlo, sobre todo, por tratar de respetar escrupulosamente todos los signos empleados en el original. Largo es el escrito pero es un formidable compendio de las cualidades ¿cualidades? que intento analizar en lo que vengo llamando el habla culta. Claro está, que este mensaje es un documento oficial y puede inducir a error, es decir, puede crear el equívoco de que tal forma de expresión es exclusiva de los documentos oficiales. Para desvanecer la duda transcribo otro modelo publicado en «El Oriente» del 12 de mayo de 1977 con motivo de celebrarse por esos días una Conferencia Rotaria en Iquitos.

SALUDO EMOCIONADO A IQUITOS

La ubérrima y candente tierra loretana no puede vestirse de mayores ni mejores galas, porque le bastan su paisaje, su gente y su diafanidad, para recepcionar y aposentar a nuestros queridos compañeros rotarios que, desde distintos planos y aristas del Nor Perú, llegan hasta estos tentaculares parajes de la Amazonia Peruana.

La cohermandad nororiental peruviana se va a hacer efectiva y afectuosa, al calor de los ideales rotarios y al rescoldo de su clima, en la 49 Conferencia que se celebrará en este medio mes de mayo del año de la Unión Nacional.

A dicha reunión y a Iquitos que generosamente la ampara, nuestro profundo y cordialísimo mensaje en este apretado espacio.


Una rápida ojeada a cualquiera de las dos transcripciones lleva a la conclusión, no definitiva, desde luego, de que el habla culta de Loreto es:

1) artificiosa
2) mimética
3) grandilocuente

Evidentemente, podrían agregarse algunas cualidades más, pero las indicadas son suficientes por el momento, para hacerse una idea de lo que es el habla culta. Sólo hay que añadir otra no perceptible en lo escrito, que sí resalta en el discurso hablado: el habla culta de Loreto es intercambiable.

Cualquiera de los dos escritos no resiste el análisis más elemental, pero no es razonable desecharlos sin más, porque al fin, son modelo de una forma del habla de un sector de Loreto, importante por la influencia que ejerce sobre el habla de otros estratos de la población.

Se advierte el tono solemne y grave que el redactor quiso imprimir al «mensaje». Para ello rebusca palabras que enlaza con otras en un afán de forjar enunciados grandiosos. La mayoría de ellas son lugares comunes, frases triviales, metáforas de uso corriente en la literatura del pasado, como ésa de volver «en alas de la inmortalidad", «alma de un pueblo», «corazón vibrante», o eso de «vestirse de mayores ni mejores galas» del «Saludo Emocionado». Recursos ingenuos, como el amontonamiento de frases, adjetivos y formas adjetivales sin referirse aparentemente a nadie en concreto para concluir entre triunfales signos de admiración, que «¡Ese Nombre fue LORES...! «; o la reiteración de adjetivos, «ubérrimo, candente, diáfano» que se repiten hasta la fatiga para referirse a la selva en todos los actos públicos. Artificioso rebuscamiento para hallar una fórmula del habla distinta a la de uso corriente.

Esta forma de expresión es mimética, de manual trasnochado de retórica. Lo triste del caso es que se enseña, o se enseñaba, no me consta si se sigue haciendo en la actualidad, en escuelas y colegios. Los propios profesores daban el ejemplo en las actuaciones cívicas establecidas en el calendario escolar. Imitación del estilo de la decadencia del barroco.

En Iquitos el periodismo escrito carece casi de importancia. En cambio el periodismo hablado es de mucha trascendencia. Los radioperiódicos transmitidos por las diversas emisoras llegan a todos los rincones de la selva, e imponen fórmulas y dichos que los propios directores de los radioperiódicos han copiado de otros órganos de difusión. Los espacios deportivos gozan de gran popularidad, por lo que tienen un elevado número de oyentes. Pues bien, los locutores que lo transmiten emplean con frecuencia frases y formas que aprendieron de otros locutores, de Lima particularmente, a los que imaginan de superior formación profesional e intelectual. El resultado es desastroso, porque acaban de imponer una serie de formas del habla que ellos asimilaron por mimetismo sin criticar ni valorar. Y el habla se torna pomposa y grandilocuente. Por añadidura, en escuelas y colegios se enseña, o se enseñaba, hago la salvedad del caso, que debe evitarse la reiteración de palabras cercanas. Esta enseñanza, buena en principio, se ha elevado a la categoría de axioma, de suerte que la gente que pasó por las aulas la ha incorporado de tal forma que se ha convertido en una obsesión, al extremo de que por no repetir una palabra, se buscan sustitutos elaborando frases alambicadas y huecas de una retórica y una garrulería insoportables.

En un trabajo de Dámaso Alonso titulado «La bimembración en la prosa renacentista» se afirma que la «bimembración, aproximadamente tautológica, es característica de casi toda la prosa del período áureo de nuestra letras. Se corresponde con la compostura, la gravedad, aun en los usos sociales; evoca una falta de prisa, una necesidad de hacer con majestad, con nobleza. Parece como si el período tuviera miedo a la cojera, necesitara constantemente bifurcarse, para contrabalancearse, que no pudiera avanzar sino sobre dos pies». En seguida hace un breve análisis de algunas bimembraciones de Cervantes a las que considera «necesidades rítmicas sentidas por la prosa cervantina (poso, gravedad, equilibrio) para concluir que «cuando no hay ese prurito, la prosa corre rápida: no nos extraña que en el hablar de Sancho abunden menos esos sintagmas no progresivos». Es algo muy parecido al fenómeno que vengo analizando de habla culta y habla popular. Véase el pasaje citado por D. Alonso, tomado de la Segunda Parte del Quijote Capítulo VIII:

–¿Bardas de corral se te antojaron aquéllas, Sancho –dijo don Quijote–, adonde o por donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser sino galerías o corredores o lonjas o como las llaman de ricos y reales palacios.
–Todo pudo ser respondió Sancho–; pero a mí bardas me parecieron, sino es que soy falto de memoria.
–Con todo eso, vamos allá, Sancho replicó don Quijote que como yo la vea, eso se me da que sea por bardas que por ventanas, o por resquicios o verjas de jardines; que cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón, de modo que quede único y sin igual en la discreción y la valentía.

El análisis a fondo de estos pasajes nos llevaría a conclusiones extra-lingüísticas insospechadas. Según el citado Alonso, esta diferencia en las formas del habla de Don Quijote y Sancho habla culta y habla popular tiene una trayectoria histórica que se remonta hasta, por lo menos, el Poema del Mío Cid. Por ello, en nota al pie de página en el trabajo aludido, inserta estas afirmaciones entre asombrados signos de admiración: «¡El aura idiomática, tan «pueblo», del Poema pervive en Sancho! ¡La solemnidad de la prosificación, en el empaque caballeresco de Don Quijote!» . 

Estimo que son esclarecedoras las connotaciones entre los textos citados, salvando siempre la diferencia de que en el texto del Quijote, éste habla por la pluma de Cervantes, mientras que en los otros, los protagonistas hablan por la pluma de vaya usted a saber quién. Algo más, en «el empaque caballeresco de Don Quijote» se advierte la sinceridad, mientras que los otros resuman artificio deliberado. De todos modos, ¿cabrá preguntarse si la tradición del habla aludida, con las implicancias sociales que de ella pudieran derivarse, se prolonga ininterrumpidamente hasta nuestros días en el habla culta de Loreto?


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