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NOTAS
SOBRE EL HABLA DE LORETO II
José María Arroyo Arroyo
He intentado en mi anterior
artículo seguir el hilo por el laberinto lingüístico de la selva. El
interés de este recorrido histórico radicaba en la búsqueda de un dato preciso:
la implantación del castellano en la selva. Vano empeño. Y justamente por la
carencia de «datos» que documenten el proceso gradual de implantación del
castellano en las variadas y abundantes comunidades lingüísticas de la selva.
El castellano aparece en la selva como una explosión, bruscamente, sin
prehistoria. Una repulsa natural se levanta frente a esta explicación, pero es
tal la desvalidez de razones que no hay base para arriesgar una teoría
aceptable sobre esta materia. Inútil buscar la sucesión gradual. No la hay. O
al menos no hay los documentos históricos con los que constatar la evolución de
un proceso normal que se inicie con la introducción del castellano, enlace con
su evolución y expansión escalonadas y se cierra con la apoteosis final de su
enseñoramiento en la selva. Nada de eso. El fenómeno del castellano es una
«epifanía» sin «navidad». Es la erupción súbita de un volcán lingüístico que
entra en actividad. Pugné, en el artículo anterior por llegar al origen remoto.
No alcancé la consecución. Me he dado con la desconcertante paradoja de que
salí a la búsqueda del castellano y fue él quien vino a mi encuentro. Es
lástima, porque hay una serie de hechos lingüísticos que, me parece, sólo
hallan explicación plausible en el hecho de la evolución histórica del castellano.
El habla es la realización de la lengua y, como tal, está sometida a una
constante oleada de cambios. El único medio de constatación de esas mutaciones
es el dato histórico, cabalmente lo que no poseemos. Es verdad que al lingüista
por sobre cualquier otra preocupación le interesa el habla actual, viviente,
dinámica, cambiante, lo que Saussure llamó técnicamente sincronía, pero
no es menos verdad que esta actualidad, esta sincronía, se apoya con frecuencia
en el pasado, en la diacronía, también término saussuriano, y que por
ella se aclaran multiplicidad de hechos indisolublemente vinculados con el
proceso histórico.
Por ejemplo, hacia el final del
artículo anterior, transcribía una cita de una crónica misionera de la hoy
Amazonía Colombiana, que pone en boca de una mujer nativa estos enunciados:
«Ahí no tiene; ese Marcos
descontando deuda, allá lejos cauchando en la Quebrada Sencella. Trabajoso será
encontrado, ¿quién será buscado dentro del monte?,
y glosaba por mi cuenta que estas
expresiones parecen extraídas «de las razones del vizcaíno del Quijote».
En efecto en el capítulo VIII de la
Primera parte del Quijote, poco después de relatar la conocida aventura de los
molinos de viento, arroja Cervantes a don Quijote a otra descomunal aventura en
la que es actor principal un vizcaíno al que introduce así Cervantes en el
lance;
«Todo esto que don Quijote decía
escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el
cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que
luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de
la lanza, le dijo en mala lengua castellana y peor vizcaína, de esta manera:
– Anda, caballero que mal andes;
por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí
vizcaino.
Entendióle muy bien don Quijote y
con mucho sosiego le respondió:
– Si fueras caballero, como no lo
eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.
A lo cual replicó el vizcaíno:
¿Yo no caballero? Juro a Dios tan
mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas ¡el agua cuán presto
verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por
el diablo, y mientes que mira sí otra dices cosa».
Estas son las famosas «razones»
alegadas que confirman el célebre dicho tan usado en España de «concordancia
vizcaína», para aludir a la sintaxis incorrecta que puede tornar la frase
ambigua o defectuosa. He subrayado por mi cuenta los dichos más pintorescos y,
de pasada, advertiré que he respetado la trascripción de la edición del Quijote
que manejo, la de Mateu de Barcelona, ilustrada por Dalí, pero que
probablemente de la pluma de Cervantes brotó la palabra vizcaino, sin acento,
forma grata a la fonética éuskara. También de pasada, me place citar la
anécdota que vivió un amigo en un pueblecito de la provincia de Vizcaya. En el
cementerio del pueblo había una inscripción en vascuense. Pidió a un muchacho
se la tradujera, y para perplejidad de mi amigo, el muchacho glosó estas originales
«razones»:
«Yo era, y luego ya no era, y tú
eras, y luego ya no eras». Más tarde supo de boca del maestro del pueblo que la
inscripción de marras decía: «Lo que eres fui, lo que soy serás», muy lejos del
galimatías del yo era, tú eras etc.
Pues bien, entre las razones del
vizcaíno quijotesco, las del muchacho del pueblecito de Vizcaya y las de la
nativa colombiana de la crónica misionera, media una distancia de siglos, sin
embargo la estructura lingüística es muy similar. En los tres casos, tres
hablantes distintos, en trance de comunicación, han puesto en acción los
mecanismos adecuados para generar oraciones, deficientemente formadas, pero que
funcionan dentro de un sistema. De hecho, Cervantes anota con acierto que
«entendióle muy bien don Quijote», vale decir, que en este circuito de la
comunicación hablante oyente, ambos tienen un conocimiento del sistema que les
permite utilizarlo. Empleando la fórmula de la terminología de Chomsky, en los
tres casos se ha dado la dualidad COMPETENCEPERFORMANCE, los tres hablantes han
hecho gala de la APTITUD que poseen para el conocimiento de la lengua y de su
DESEMPEÑO en la producción de enunciados concretos. Con todo, estimo que existe
una diferencia sustancial en los tres casos citados. Interesa destacar el que
concierne a la nativa de la Amazonía. El castellano no era su lengua materna,
ignoramos cómo llegó a aprenderlo, desconocemos el proceso evolutivo del
castellano en ella y sus descendientes hasta llegar al olvido total de su
lengua materna y adopción como nueva lengua materna del castellano, fenómeno
corriente en numerosas tribus. Y por último, con muchas dificultades podemos
rastrear las influencias lingüísticas y extra-lingüísticas que sobre ella y sus
descendientes actuaron para que el castellano adoptara las formas dialectales
que hoy encontramos. Al carecer de datos que esclarezcan éstos y otros muchos
interrogantes, tenemos que resignarnos a aceptar el hecho consumado de que la
aparición repentina del castellano en la selva es un hecho súbito, sin
antecedentes.
Por lo demás, parece que este
fenómeno es extensible a toda la América de habla hispana. Los dialectólogos y
los estudiosos de la historia de la lengua, por lo general, se desentienden del
problema y arrancan sin más preámbulos del estudio de las diferencias
dialectales.
Tal es el caso de Rafael Lapesa. En
su Historia de la Lengua Española afirma que «el español de América es
una lengua extendida por la colonización; y ésta se inició cuando el idioma
había consolidado sus caracteres esenciales y se hallaba próximo a la madurez.
Ahora bien, lo llevaron a Indias gentes de abigarrada procedencia y desigual
cultura; en la constitución de la sociedad colonial tuvo cabida el elemento
indígena que aprendió de sus señores, y más aún de los misioneros, la lengua
española, modificándola en mayor o menor grado, según los hábitos de la
pronunciación nativa, o conservó sus idiomas originarios, con progresiva
infiltración de hispanismos; durante cuatro centurias, la constante afluencia
de emigrados ha podido introducir innovaciones». Demasiadas
generalizaciones, demasiadas hipótesis y ninguna apunta a la raíz del problema.
Con afirmar que el elemento indígena la «aprendió de sus señores, y más aún de
los misioneros», se abarca tanto que no se aprieta nada. Hemos visto cómo en la
selva los únicos que enseñaron el castellano fueron los misioneros. Hemos visto
también cómo los jesuitas en particular se esforzaron por implantar el quechua
como «lingua franca» en la selva. Sin embargo, hemos podido comprobar el escaso
éxito que lograron tras siglos de paciente y continua labor docente. No
obstante, pocos años después de la Emancipación, y muy singularmente al advenir
el caucho, el castellano se difunde vertiginosamente. No es satisfactoria la
aclaración del fenómeno migratorio. Los inmigrantes proceden de naciones y
hablas muy diversas. Mal podían difundir ellos una lengua o que les era ajena,
o que hablaban defectuosamente. De manera que con todas las afirmaciones del
profesor Lapesa el problema está aún intacto. El propio Lapesa, líneas
adelante, reconoce que «el estudio del español de América está, por tanto
erizado de problemas». Algo es algo. Por ahí tenemos que principiar. Y esos
problemas son aún más espinosos si, según el testimonio de Marcelino C. Peñuelas,
lo llevamos a la América de habla inglesa. En su libro Lo español en el
suroeste de los Estados Unidos, describe una visita al poblado indígena de
Taos, no lejos de Santa Fe, Nuevo Méjico, con morosa delectación: «A la entrada
del pueblo, uno de los indios le cobrará una pequeña cantidad que pagará con
gusto al enterarse que es una de las principales fuentes de ingreso que hoy
tiene Taos. Aumentará, si cabe, su sorpresa, mezclada en este caso con un poco
de orgullo, cuando descubra que puede hablar en español mucho mejor que en
inglés, con estos indígenas, un español arcaico y pintoresco mezclado con su
lengua milenaria. Y, sobre todo, al enterarse que su interlocutor se llama
Epifanio Luján o Francisco Amaya. Lo mismo le ocurrirá con los otros grupos
indígenas del Suroeste, todos los cuales siguen hablando español». ¿Cuál ha
sido la fuerza telúrica del castellano para lograr una hazaña tan portentosa?
Por ello, Lapesa, como abrumado por la magnitud del problema, lo soslaya
puntualizando que la aclaración total del mismo «no será posible sin conocer
detalladamente el origen regional de conquistadores y primeros colonos de cada
país, sus relaciones con los indios, el desarrollo del mestizaje, las
inmigraciones posteriores y la acción de la cultura y de la administración
durante el período colonial y el siglo XIX». En suma, que el ilustre académico,
a vueltas de muchos circunloquios, viene a confesar que está casi todo por
hacer. Intentemos hacer algo.
Niveles del habla de Loreto
Para un análisis de las
peculiaridades del habla de Loreto, me parece lo más adecuado abordarlo en un
comienzo, partiendo de los niveles que se presentan a la primera observación.
Ellos son el nivel culto y el nivel popular. No es la intención
establecer categorías sociales, pero infortunadamente, es muy posible que a lo
largo de la exposición, asomen indicios de la realidad social y que la
interpretación de esos indicios sea ligera o superficial. El propósito es hacer
un estudio del habla tal como se manifiesta al observador, y las connotaciones
extra-lingüísticas que surjan en torno al tema son, por el momento,
tangenciales.
Nivel Culto
Es notorio que existe un
indeterminado número de personas que han adquirido cierto grado de instrucción
y que esa instrucción se pone de manifiesto a través del habla. Esas personas
han adquirido ciertos conocimientos de gramática, es decir, poseen relativos
conocimientos del sistema al que deben ajustar las expresiones para producir y
transmitir mensajes. Es claro que entre estas personas y las que carecen de
esos conocimientos debe existir alguna diferencia. Por esto, para diferenciar a
unos hablantes de otros, utilizo las fórmulas culto y popular
que, por lo demás, es una nomenclatura bastante difundida en los tratados de
lingüística. No se pretende contraponer un grupo al otro y mucho menos exaltar
al uno con desmedro del otro. Esta clasificación tiene un fin meramente
didáctico, es un tanto artificiosa y no muy exacta sobre todo desde el punto de
vista antropológico, pero de alguna forma hemos de clasificar ambas realidades.
A lo largo de esta exposición podrá estimarse la valoración que de ambos
hacemos.
Características del habla culta
Donde más se aprecian las
peculiaridades del habla culta es en los escritos y en determinados momentos de
ceremoniosas formalidades. Es cierto que nadie, o casi nadie escribe como
habla. La lengua escrita es más cuidada, como es lógico. Pero en Loreto se
llevan las diferencias al extremo.
Veamos un ejemplo tomado del diario
«El Oriente» de fecha 26 de marzo de 1976. Lo transcribo sin corrección alguna
tal como apareció en el periódico, sin rectificar siquiera lo que piadosamente
calificaremos como error tipográfico:
Mensaje del Concejo Provincial de
Maynas
En el 43 aniversario de la
inmolación por la Patria de Sgto. 2do.
«FERNANDO LORES TANAZOA»
Dignas autoridades:
Pueblo de Loreto y del Perú:
El Concejo provincial de Maynas,
auténtico representante del valeroso pueblo de Loreto, hace llegar, desde este
lugar de honor, su mensaje de justo reconocimiento a la gloria del más grande
héroe combatiente de nuestra tierra, Sgto. 2do. Fernando Lores Tenazoa, al
conmemorarse el día 26 de marzo de 1976 el 43 aniversario de su inmolación por
la patria.
Lores, regresó a su pueblo por un
camino más corto que aquel que lo llevó a la Frontera. Volvió en alas de la
gloria rumbo a la inmortalidad, lo recibió la nacionalidad entera en su gran
corazón; pero de un modo particular más íntimo, más vivrante; el alma de un
pueblo, regresaba como héroe y se combertía en un símbolo.
RECORDEMOS: allá por el año de
1933, en Iquitos, árbol de la Esperanza se ve azotado por fuertes vientos que
proceden de Gueppí y una a una las ramas se doblan y quiebran, con el
desgarramiento valeroso de las dificultades, los pueblos de frontera, serán
siempre los pueblos héroes en las contiendas internacionales, porque los
acontecimientos encuentran en su corazón el eco inmediato de todas sus
reacciones. El pueblo de Loreto en los años 19321933 fue el pueblosoldado,
estubo con la mochila a la espalda, el fusil en la mano y la fe en el corazón,
Leticia fue el punto inicial en el acceso de la esperanza popular que hoy caía
bruscamente con el resultado de Gueppí.
Convertido en un enorme corazón
acongojado, la ciudadanía dobló la cabeza sobre el pecho y caminó pesadamente,
como si el temor de inmediatas contingencias lo obligaría a la resignación. Y
así hubiera seguido mucho tiempo a la espera de la guerra diplomática, si un
nombre no hubiese venido a quitar la nostalgia de su corazón, haciendo que sus
fibras se extendieran al máximo al llenarse de orgullo.
¡Ese Nombre fué LORES...!
Las versiones colombianas primero;
y luego la confirmación de los sobrevívientes del grupo heroico que sirvió a la
artillería bruja, llenaron de satisfacción hasta el último rincón de la
conciencia Loretana, un hijo del Pueblo, el muchacho humilde del Jirón Pastaza
había caído en la lucha ganando la admiración de los propios soldados
adversarios, uno de ellos decía que era digno de un canto homérico.
Es por eso el Concejo Privincial de
Maynas, todo el pueblo de Loreto y la nación entera, rinde un justo homenaje en
memoria al más grande héroe de nuestro Ejército.
OFICINA DE RELACIONES PUBLICAS DEL
CONCEJO PROVINCIAL DL MAYNAS.
Hasta aquí el asendereado mensaje.
Trabajo me ha dado el transcribirlo, sobre todo, por tratar de respetar
escrupulosamente todos los signos empleados en el original. Largo es el escrito
pero es un formidable compendio de las cualidades ¿cualidades? que intento
analizar en lo que vengo llamando el habla culta. Claro está, que este mensaje
es un documento oficial y puede inducir a error, es decir, puede crear el
equívoco de que tal forma de expresión es exclusiva de los documentos
oficiales. Para desvanecer la duda transcribo otro modelo publicado en «El
Oriente» del 12 de mayo de 1977 con motivo de celebrarse por esos días una
Conferencia Rotaria en Iquitos.
SALUDO EMOCIONADO A IQUITOS
La ubérrima y candente tierra
loretana no puede vestirse de mayores ni mejores galas, porque le bastan su
paisaje, su gente y su diafanidad, para recepcionar y aposentar a nuestros
queridos compañeros rotarios que, desde distintos planos y aristas del Nor
Perú, llegan hasta estos tentaculares parajes de la Amazonia Peruana.
La cohermandad nororiental
peruviana se va a hacer efectiva y afectuosa, al calor de los ideales rotarios
y al rescoldo de su clima, en la 49 Conferencia que se celebrará en este medio
mes de mayo del año de la Unión Nacional.
A dicha reunión y a Iquitos que
generosamente la ampara, nuestro profundo y cordialísimo mensaje en este
apretado espacio.
Una rápida ojeada a cualquiera de
las dos transcripciones lleva a la conclusión, no definitiva, desde luego, de
que el habla culta de Loreto es:
1) artificiosa
2) mimética
3) grandilocuente
Evidentemente, podrían agregarse
algunas cualidades más, pero las indicadas son suficientes por el momento, para
hacerse una idea de lo que es el habla culta. Sólo hay que añadir otra no
perceptible en lo escrito, que sí resalta en el discurso hablado: el habla
culta de Loreto es intercambiable.
Cualquiera de los dos escritos no
resiste el análisis más elemental, pero no es razonable desecharlos sin más,
porque al fin, son modelo de una forma del habla de un sector de Loreto,
importante por la influencia que ejerce sobre el habla de otros estratos de la
población.
Se advierte el tono solemne y grave
que el redactor quiso imprimir al «mensaje». Para ello rebusca palabras que
enlaza con otras en un afán de forjar enunciados grandiosos. La mayoría de
ellas son lugares comunes, frases triviales, metáforas de uso corriente en la
literatura del pasado, como ésa de volver «en alas de la inmortalidad",
«alma de un pueblo», «corazón vibrante», o eso de «vestirse de mayores ni
mejores galas» del «Saludo Emocionado». Recursos ingenuos, como el
amontonamiento de frases, adjetivos y formas adjetivales sin referirse
aparentemente a nadie en concreto para concluir entre triunfales signos de
admiración, que «¡Ese Nombre fue LORES...! «; o la reiteración de adjetivos,
«ubérrimo, candente, diáfano» que se repiten hasta la fatiga para referirse a
la selva en todos los actos públicos. Artificioso rebuscamiento para hallar una
fórmula del habla distinta a la de uso corriente.
Esta forma de expresión es
mimética, de manual trasnochado de retórica. Lo triste del caso es que se
enseña, o se enseñaba, no me consta si se sigue haciendo en la actualidad, en
escuelas y colegios. Los propios profesores daban el ejemplo en las actuaciones
cívicas establecidas en el calendario escolar. Imitación del estilo de la
decadencia del barroco.
En Iquitos el periodismo escrito
carece casi de importancia. En cambio el periodismo hablado es de mucha
trascendencia. Los radioperiódicos transmitidos por las diversas emisoras
llegan a todos los rincones de la selva, e imponen fórmulas y dichos que los
propios directores de los radioperiódicos han copiado de otros órganos de
difusión. Los espacios deportivos gozan de gran popularidad, por lo que tienen
un elevado número de oyentes. Pues bien, los locutores que lo transmiten
emplean con frecuencia frases y formas que aprendieron de otros locutores, de
Lima particularmente, a los que imaginan de superior formación profesional e
intelectual. El resultado es desastroso, porque acaban de imponer una serie de
formas del habla que ellos asimilaron por mimetismo sin criticar ni valorar. Y
el habla se torna pomposa y grandilocuente. Por añadidura, en escuelas y
colegios se enseña, o se enseñaba, hago la salvedad del caso, que debe evitarse
la reiteración de palabras cercanas. Esta enseñanza, buena en principio, se ha
elevado a la categoría de axioma, de suerte que la gente que pasó por las aulas
la ha incorporado de tal forma que se ha convertido en una obsesión, al extremo
de que por no repetir una palabra, se buscan sustitutos elaborando frases
alambicadas y huecas de una retórica y una garrulería insoportables.
En un trabajo de Dámaso Alonso
titulado «La bimembración en la prosa renacentista» se afirma que la
«bimembración, aproximadamente tautológica, es característica de casi toda la
prosa del período áureo de nuestra letras. Se corresponde con la compostura, la
gravedad, aun en los usos sociales; evoca una falta de prisa, una necesidad de
hacer con majestad, con nobleza. Parece como si el período tuviera miedo a la
cojera, necesitara constantemente bifurcarse, para contrabalancearse, que no
pudiera avanzar sino sobre dos pies». En seguida hace un breve análisis de
algunas bimembraciones de Cervantes a las que considera «necesidades rítmicas
sentidas por la prosa cervantina (poso, gravedad, equilibrio) para concluir que
«cuando no hay ese prurito, la prosa corre rápida: no nos extraña que en el
hablar de Sancho abunden menos esos sintagmas no progresivos». Es algo muy
parecido al fenómeno que vengo analizando de habla culta y habla popular. Véase
el pasaje citado por D. Alonso, tomado de la Segunda Parte del Quijote Capítulo
VIII:
–¿Bardas de corral se te antojaron
aquéllas, Sancho –dijo don Quijote–, adonde o por donde viste aquella jamás
bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser sino galerías o
corredores o lonjas o como las llaman de ricos y reales palacios.
–Todo pudo ser respondió Sancho–;
pero a mí bardas me parecieron, sino es que soy falto de memoria.
–Con todo eso, vamos allá, Sancho
replicó don Quijote que como yo la vea, eso se me da que sea por bardas que por
ventanas, o por resquicios o verjas de jardines; que cualquier rayo que del sol
de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón,
de modo que quede único y sin igual en la discreción y la valentía.
El análisis a fondo de estos
pasajes nos llevaría a conclusiones extra-lingüísticas insospechadas. Según el
citado Alonso, esta diferencia en las formas del habla de Don Quijote y Sancho
habla culta y habla popular tiene una trayectoria histórica que se remonta
hasta, por lo menos, el Poema del Mío Cid. Por ello, en nota al pie de página
en el trabajo aludido, inserta estas afirmaciones entre asombrados signos de
admiración: «¡El aura idiomática, tan «pueblo», del Poema pervive en Sancho!
¡La solemnidad de la prosificación, en el empaque caballeresco de Don Quijote!» .
Estimo que son esclarecedoras las
connotaciones entre los textos citados, salvando siempre la diferencia de que en
el texto del Quijote, éste habla por la pluma de Cervantes, mientras que en los
otros, los protagonistas hablan por la pluma de vaya usted a saber quién. Algo
más, en «el empaque caballeresco de Don Quijote» se advierte la sinceridad,
mientras que los otros resuman artificio deliberado. De todos modos, ¿cabrá
preguntarse si la tradición del habla aludida, con las implicancias sociales
que de ella pudieran derivarse, se prolonga ininterrumpidamente hasta nuestros
días en el habla culta de Loreto?
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