martes, 9 de octubre de 2018

LUIS HERNÁNDEZ CAMARERO


Haciendo hora, para recoger a Pilar que terminaba de dar clases de piano especialidad en la Escuela de Música-PUCP, paseando por el malecón, hermosa vista, clima cambiante, verano incipiente.



De regreso caminando por las callejuelas de Chorrillos, tanta historia en las viejas casonas, tal el local que ocupa la Escuela, antiguo solar veraniego del benefactor Riva-Agüero, hete aquí que me encuentro con una esquina y el recuerdo de Luis Hernández que alguien, que como a pie de página firma, Marco Sueño, y pintó en una vieja pared chorrillana.



De eso quiere tratarse este blog, que llamo, escucha la calle, que tiene mucho que decirnos.
Decir más de Lucho Hernández, que lo que nos dice Marco ... basta uno de sus muchos poemas.

El bosque de los huesos.

Mi país no es Grecia,           
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.
Quiza sea que ahora yo aborrezca
Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.
Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta

Como aquellos del amor y de la muerte.





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